Juan Corbalán. Delegado de Cooperativas Agro-alimentarias de España en Bruselas
El 9 de mayo se celebró el Día de Europa en recuerdo de la conocida declaración del ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Robert Schuman, en 1950. Conocida como Declaración Schuman, fue el origen de la primera Comunidad Europea: la del Carbón y Acero (CECA). En 1985, en la Cumbre de Milán, los Jefes de Estado y de Gobierno institucionalizaron el 9 de mayo como el "Día de Europa". A partir de entonces, esa fecha se ha convertido en uno de los símbolos europeos que, junto con la moneda única (el Euro), la bandera y el himno, identifican la entidad política de la Unión Europea. En la mayoría de países se organizan actos de celebración, y en Bruselas se celebra un día de puertas abiertas de las instituciones comunitarias, lo que supone una buena oportunidad para visitarlas y conocer sus funciones y forma de trabajar.
En 1957 se firmó el Tratado de Roma que constituyó la Comunidad Europea, que luego pasó a ser la Comunicad Económica Europea (CEE), y en 1962 se pone en marcha la Política Agraria Común. Hacía apenas 17 años que había acabado la II Guerra Mundial y se vivía en plena Guerra Fría. Entre los objetivos de esta Comunidad Europea, plasmados en el Tratado de Roma y que todavía continúan estando en el actual Tratado de la UE (el llamado Tratado de Lisboa), estaban el aumento la producción agraria, asegurar a los agricultores una renta digna y unos precios justos, y alimentos suficientes para los consumidores. Eran años donde la agricultura estaba en el centro del debate de forma positiva.
Los historiadores y políticos que vivieron esa época de primera mano afirman que la PAC fue un elemento clave en la constitución de la Comunidad Europea y en el posterior desarrollo de la CEE y la actual UE. Como dijo Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, en diciembre de 2016 en la Conferencia sobre la agricultura, conocida como Outlook: “la PAC es símbolo de la integración europea”.
Posteriormente, se produjeron unos hechos clave para la UE y cruciales para sus ciudadanos que han fomentado aún más la integración, como han sido la configuración del mercado único y sus cuatro libertades: circulación de personas, bienes, servicios y capitales, y, por último, la creación del Euro. En todos ellos la agricultura ha estado en el epicentro de las discusiones, de modo que ha sido una de las primeras contribuyentes a su desarrollo, pero también de las primeras en beneficiarse. Además, el peso de la UE en el mundo en estos años ha aumentado de forma exponencial gracias, en parte, al desarrollo de su política comercial donde el sector agroalimentario juega un papel esencial para llegar a acuerdos comerciales con terceros países, tanto cediendo como obteniendo.
Había una época en que la agricultura estaba en el epicentro de las discusiones políticas y estratégicas de la UE. Se discutía en los Consejos Europeos de Jefes de Estado y de Gobierno de forma periódica, siendo la primera línea de discusión estratégica en la UE. Durante un periodo determinado la agricultura disfrutaba de una imagen positiva, se debatía en las Cumbres Europeas para fomentarla, adaptarla a los nuevos cambios. No se cuestionaba (de forma general) su fomento ni se cuestionaba su contribución a la sociedad. La PAC siempre ha tenido un peso preponderante en el presupuesto comunitario, entre otras cosas porque los países no cedían competencias en otras políticas para dotarlas de un presupuesto necesario y así hacer más políticas comunes.
No obstante esta época ha pasado. La agricultura se percibe como un problema para una parte de la opinión pública. Ya no se discute en los Consejos de Jefes de Estado y de Gobierno, a no ser que sea protagonista por alguna crisis como la E. Coli o el veto ruso, pero no para avanzar en su integración o fomento. Se acude a reuniones donde hay actores ajenos al sector agrario y parece que está bien visto acusar a la agricultura, por parte de organizaciones y representantes de la opinión pública, como parte del problema de una mayor integración europea, del problema del cambio climático, de la contaminación, de la seguridad alimentaria, y se le acusa de frenar el desarrollo de los países pobres. Incluso ahora, algunos Jefes de Estado en conferencias de prensa en sus países en el marco del debate del presupuesto UE, declaran abiertamente que se debe rebajar el presupuesto de la PAC para que haya un acuerdo en el Consejo Europeo sobre las próximas perspectivas financieras (el acuerdo debe adoptarse por unanimidad en el Consejo Europeo). Se acusa a la PAC de impedir que haya más avances para dotar con más presupuesto a nuevas prioridades como la defensa, la inmigración, el control de fronteras, innovación, etc; de ser una política “del pasado” que impide que impide dotar de fondos lo que “realmente importa”.
Estas acusaciones son sesgadas, contraproducentes y un craso error. Debemos trabajar para que la agricultura vuelva al epicentro de las discusiones estratégicas de la UE. La sociedad debe ser consciente de la importancia de contar con una PAC dotada con un presupuesto fuerte para seguir contribuyendo a que los ciudadanos tengan los alimentos más seguros y sanos del mundo. Varios Líderes Europeos, algunos “stakeholders” y muchos ciudadanos dan por hecho que todos los días tengamos acceso a los mejores alimentos del mundo a precios razonables. Existe la falsa percepción de que se haga lo que se haga siempre va a seguir así. Se equivocan. Los países contribuyentes netos al presupuesto comunitario deben ser conscientes de que, aunque ellos no sean grandes productores agrarios ni les llegue mucho presupuesto de la PAC, los efectos colaterales de esta política son muy positivos para sus ciudadanos y su economía. Debilitando el presupuesto en agricultura, no fomentando la PAC decididamente con reglas europeas que refuercen el mercado único europeo, no apoyando al relevo generacional, ni apostando por el asociacionismo de los agricultores, su innovación y mecanismos de gestión de crisis, el suministro de los alimentos más sanos del mundo a los europeos está en peligro. Si no se trabaja constantemente en ello corremos el peligro de depender de alimentos de terceros países con normas de producción más laxas que las de la UE, más perjudiciales a nivel sanitario y de medioambiente, fomentando la deforestación y dependiendo de los precios que nos impongan. Las zonas rurales en Europa se despoblarán (aún más) con graves consecuencias económicas, sociales y ambientales.
La PAC no impide financiar otras políticas. Al contrario, es muy positivo y recomendable que haya más políticas europeas (inmigración, defensa, etc.). Una de las razones del contexto actual escéptico hacia la UE es porque los países no ceden más competencias en políticas comunes para afrontar retos juntamente con un presupuesto que le acompañe y que, en todo caso, será más económico que mantener 28 políticas diferentes. Pero para ello no hay que rebajar el presupuesto PAC; en primer lugar, los Estados deben ceder competencias a la UE y, en segundo, dotar financieramente los instrumentos adecuados para su implementación. No se puede hacer más con menos (como dicen algunos Jefes de Estado).
Los que creemos en una PAC sólida, con reglas europeas y con presupuesto acorde debemos trabajar aunando esfuerzos para que la agricultura recupere una imagen positiva, la confianza en los ciudadanos y sensibilizar a la sociedad del impacto que supondría renunciar a esta política para la economía, la sociedad y el medioambiente.
Siempre hay cosas que mejorar, pero es necesario subrayar de forma mayúscula que la agricultura contribuye de manera decisiva a la lucha contra el cambio climático siendo uno de los sectores que más ha reducido sus emisiones de CO2 desde 1990. La UE es el mayor importador de productos agrarios procedentes de los países menos avanzados del mundo, contribuyendo de manera decisiva a su papel como actor global. También es el mayor exportador de productos agroalimentarios, contribuyendo a que los consumidores de otros países accedan a productos más sanos del mundo y fomentando la inversión en la UE. También es decisivo su papel a la economía circular, contra la despoblación rural y fomenta el crecimiento y el empleo. Todos estos objetivos son los que la Comisión Europea tiene establecidos en sus prioridades de esta legislatura.
Es preciso mencionar especialmente a las cooperativas agroalimentarias, por su decisiva contribución a estos objetivos. Las cooperativas son empresas formadas por agricultores donde (salvando las distancias) se actúa como en la UE, donde las decisiones se toman democráticamente y donde lo importante del beneficio pone el acento en las personas y en el colectivo, que son su masa social, agricultores y ganaderos. Gracias a ellas los jóvenes tienen más incentivos en incorporarse al sector agrario, ya que pueden beneficiarse de servicios comunes. Las cooperativas están formadas en su mayoría por pequeños agricultores, los cuales, sin sus cooperativas estarían abocados a desaparecer, y cuando éstas se dimensionan pueden tener la fuerza suficiente para actuar con más fuerza en el mercado, como ocurre en el Norte de la UE cuyas cooperativas pueden abarcar hasta el 90% de la cuota de mercado de su país, defendiendo que los precios de sus socios no caigan en caso de crisis grave, ahorrando presupuesto a las arcas públicas en ayudas de crisis, como ocurrió en Finlandia en el sector lácteo cuando el veto ruso, que tuvo la capacidad de invertir en innovación en nuevos productos y acudir a nuevos mercados cuando perdió un mercado de 300 millones de € de un día para otro.
Debemos visualizar el papel del sector agroalimentario, de sus agricultores y sus empresas, como las cooperativas, y su clara conexión con las prioridades de la UE. Solo así pasaremos de una posición defensiva, de desmentir noticias sesgadas o simplemente falsas sobre la agricultura de la UE y la PAC, a una posición ofensiva, haciendo ver a la sociedad y a sus líderes que promoviendo la agricultura, a los agricultores y al sector agroalimentario se beneficia directamente la sociedad. En este momento de resaca de la celebración del Día de Europa hay que reivindicar aún más el papel de la agricultura y sus agricultores como símbolo de la integración de la UE. Sin su contribución, la UE no sería como la conocemos, un referente mundial en democracia, estado de derecho, libertad y bienestar.