Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
El nivel de endeudamiento crediticio de la actividad primaria (agricultura, ganadería, caza y selvicultura, sin pesca) se redujo al final del pasado año 2022 en un 2% en relación al final del tercer trimestre y en un 1,2% si se le compara con el final del año anterior, quedando en 21.582 millones de euros, de acuerdo a los datos de la Central de Balances del Banco de España, analizados por el Ministerio de Agricultura.
Fue el segundo trimestre consecutivo en que se redujo, mientras que aumentó en los dos primeros de 2022, quedando aún algo más lejos del máximo nivel de endeudamiento, unos 23.936 millones de euros, que se alcanzó en el tercer trimestre de 2008, poco después de que comenzara la vorágine de la crisis económica y financiera mundial desatada por la quiebra el 15 de septiembre de 2008 de la entidad norteamericana Lehman Brothers, fuertemente expuesta a la concesión de hipotecas de alto riesgo.
Que el grado de endeudamiento se reduzca en una actividad económica puede tener varias lecturas. La positiva es que el sector que rebaja su deuda financiera tiene una posición de liquidez importante y no necesita incrementar su financiación ajena. La negativa, que creemos que es la real en este caso, es que la actividad económica se reduzca por diversos motivos (malas cosechas, elevados costes de producción no compensados por precios y, por tanto, pérdida de rentabilidad, aumento de los costes de financiación por el endurecimiento de la política monetaria, alza de tipos de interés…etc.).
Estar en posesión de un nivel cómodo de liquidez puede servir para afrontar los gastos corrientes de más corto plazo, relacionados con la financiación de las campañas anuales, reposición puntual de ganado, compra coyuntural de insumos de siembra, cosecha o post-cosecha, etc., pero son insuficientes en el caso de que haya que realizar inversiones de medio y largo plazo, que requieren de financiación externa casi siempre, que se va amortizando durante años y en función de los resultados de esa inversión. Ahí entra toda la compra de maquinaria, de infraestructura para llevar a cabo la actividad, compra de tierras…etc.
Por eso, teniendo en cuenta cómo ha evolucionado la actividad agraria en el último año, muy afectada por la sequía y, en algunos casos, por las heladas en el sector hortofrutícola, pero sobre todo por un desmesurado incremento de los costes de producción, no repercutidos en su totalidad a los precios de venta de los productos, nos inclinamos más por entender que el notable recorte del crédito agrario se ha debido esta vez más a la contracción de la propia actividad agraria que a una mejora de la posición financiera del propio sector.
Es más, si a esto añadimos el endurecimiento de la política monetaria por parte del Banco Central Europeo, que ha llevado a un aumento de los tipos de interés (por ahora, hasta el 3,5%) en un intento de frenar la inflación de los precios, mucho nos tememos que el nivel de endeudamiento de la actividad agraria y de la oferta crediticia sigan en descenso a lo largo de 2023.
A esta mayor dificultad para endeudarse, se sumarán, por un lado, la continuación de la sequía en el primer cuatrimestre del año y la falta de suficiente agua disponible en muchos embalses y pantanos, que golpeará una vez más los resultados de las cosechas y la producción ganadera y, por otro, unos costes de producción que, aunque se han aliviado en parte, continúan estando en niveles bastante elevados.
Deuda y renta
El nivel de endeudamiento del sector agrario, de 21.586 millones de euros al término de 2022, equivale al 78% de la Renta Agraria Anual que, en segunda estimación, se elevó a casi 27.664 millones de euros. En 2008, año en que se alcanzó el máximo nivel de endeudamiento de la actividad agraria, ese nivel fue equivalente al 103,9% de la Renta Agraria Anual de ese año (23.031,6 millones de euros).
Al contrario que la actividad agraria, la actividad de la industria de la alimentación, bebidas y tabaco continuó incrementando su nivel de endeudamiento financiero en el cuarto trimestre de 2022 en un 1,1%, hasta alcanzar los 25.020 millones de euros, una cifra que también es un 4,5% y 1.070 millones superior a la del cierre del año 2021.
Por tanto, es constatable que el sector agroalimentario ha seguido endeudándose para hacer frente a su proceso inversor de corto, medio y largo plazo que, probablemente, ha estado ligado también al aumento (al menos en valor) de sus exportaciones en los últimos años.
El nivel de endeudamiento de la actividad industrial agroalimentaria hasta finales de 2022 fue equivalente al 100,5% de su Valor Añadido Bruto (VAB) anual, que habría rondado los 24.900 millones de euros.
En tercer lugar, la actividad del sector pesquero redujo su nivel de endeudamiento mucho más que las actividades agrarias e industrial agroalimentaria. A finales de 2022, su deuda financiera era de 990 millones de euros, un 2% inferior a la del cierre del tercer trimestre del pasado año y estaba nada menos que un 9,5% por debajo de la que tenía en el último trimestre de 2021, unos 1.093 millones de euros.
Al igual que la actividad agraria, la contracción financiera en el sector de la pesca podría haberse debido a una demanda inferior de créditos para llevar a cabo inversiones que requieren préstamos de medio y largo plazo, ligadas a la renovación o aumento de la flota o en infraestructuras de elevado coste.
Su nivel de endeudamiento equivalía al 80,2% de su VAB que, al final de 2022 se calculaba en alrededor de unos 1.234 millones de euros.
Morosidad
En lo que sí hay coincidencia en los tres sectores de la actividad agro-pesquera e industrial agroalimentaria es en la reducción de sus tasas de morosidad (entendida como la de los créditos otorgados de dudoso cobro, incluidos ya los morosos), hasta finales de 2022, indicativo de que estamos actividades que son en líneas generales “buenos pagadores” en cuanto a la devolución y amortización de sus préstamos.
En el sector agrario, la tasa de créditos dudosos al final del cuarto trimestre de 2022 descendió en una décima respecto al trimestre anterior, pasando del 5% al 4,9% y en dos décimas relación al cuarto trimestre de 2021, desde el 5,1% al 4,9%, elevándose a 1.055 millones de euros. Esta tasa es el resultado de la relación entre el crédito dudoso (numerador) y el crédito total concedido (denominador).
En 2013, en plena crisis económica y financiera mundial, esta tasa se elevó hasta los 1.881 millones de euros, equivalente al 11,2% del crédito total concedido en ese momento al sector agrario.
La tasa de morosidad en la industria de alimentación, bebidas y tabaco descendió también ligeramente en una décima, pasando del 3,3% al 3,2%, del tercer al cuarto trimestre de 2022, y en cinco décimas, del 3,8% al 3,2%, en relación al último trimestre de 2021, situándose en 808 millones de euros.
En 2013, al igual que sucedió en el sector agrario, esa tasa se elevó hasta los 2.583 millones de euros, equivalente al 12,6% del crédito total concedido en ese año a la industria agroalimentaria, con lo que a tales efectos la situación financiera de estas empresas es muchísimo mejor que entonces.
Por último, en el sector pesquero, la tasa de créditos de dudoso cobro bajó también una décima, del 5,8% al 5,7% y, aunque en porcentaje es la más elevada de los tres sectores agroalimentarios, supone apenas 56 millones de euros, bajando en cinco décimas, desde el 6,2% al 5,7%, desde el cuarto trimestre de 2021, cuando alcanzó los 68 millones.
A nivel general, la deuda del conjunto de las actividades productivas de la economía española terminó el pasado año con una deuda financiera de 564.626 millones de euros, con un descenso del 0,4% respecto al tercer trimestre y del 1,1% en relación al cuarto trimestre de 2021.
Su tasa de morosidad o de créditos de dudoso cobro (incluidos los calificados ya como morosos) era del 4,2%, inferior a las tasas del sector agrario y del pesquero, pero un punto porcentual por encima de la de la industria de alimentación, bebidas y tabaco, tras descender dos décimas respecto al tercer trimestre de 2022 y seis décimas (desde el 4,8%) en relación al cuarto trimestre de 2021.
En resumen, de los tres sectores que analiza el MAPA, a partir de los datos del Banco de España, el de la industria de la alimentación, bebidas y tabaco, es el que más debía a finales del pasado año, con 25.020 millones de euros, mientras que el sector agrario era el que acumulaba un volumen mayor de créditos de dudoso cobro, con 1.055 millones de euros, a pesar de situar su tasa de morosidad por debajo del 5% por primera vez en muchos años (no obstante, en 2006, esa tasa era de apenas un 1,2% sobre el crédito total concedido, al igual que en el sector pesquero, mientras que en la industria agroalimentaria bajaba a solo el 1%).