Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
Durante el pasado año, según los datos provisionales de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), la cabaña ganadera comunitaria continuó su senda bajista, al igual que viene sucediendo en la última década.
No hay un único factor que explique este descenso, sino que éste puede ser atribuido a un conjunto de factores que inciden en esta caída y que debería preocupar ya a todos aquellos que se plantean potenciar la autonomía estratégica alimentaria en la UE.
Y esto es así, porque aunque en algunos tipos de carne puede haber una disminución del consumo, se compensa con el aumento en otros, pero sobre todo se compensa con un aumento de las importaciones de países terceros que no solo aterrizan en el mercado comunitario, sino que se hacen cada vez más con cuotas más elevadas de provisión en los países que son deficitarios, entre ellos China sin ir más lejos.
En otros términos, no solo vemos disminuir la cabaña ganadera en la UE, sino que, por el contrario, aumentamos la dependencia exterior de proteína animal y perdemos mercados de exportación hacia países terceros que, en muchos casos, se proveen de otros productores, donde las exigencias medioambientales, sociolaborales o económicas, así como de otros condicionantes, son más laxos que en Europa. En consecuencia, estamos haciendo un mal negocio, se mire como se mire.
En 2023, las cabañas de ganado de la Unión Europea disminuyeron respecto al año anterior. En comparación con 2022, las cabañas porcina y bovina disminuyeron un 1%, respectivamente, mientras que la cabaña ovina se redujo un 3% y la caprina en un 5%.
El pasado año, la UE contaba con 133 millones de animales porcinos; con 74 millones de cabezas de bovinos, casi 58 millones de ovejas y cerca de 11 millones de cabras.
Durante la última década, añade Eurostat, las cabañas de todas las especies ganaderas han venido disminuyendo en al UE. La cabaña de ganado bovino fue la que, por el momento, menos se redujo durante este periodo, solo en un 5% en comparación con 2013, seguida de la cabaña de ganado porcino, con un 6% de caída.
A su vez, el número de ovejas disminuyó un 9%, desde cerca de 63,1 millones de cabezas en 2013 a 57,51 millones en 2023, mientras que el de cabras experimentó un fuerte descenso del 15%, desde 12,54 millones de cabezas en 2013 a 10,66 millones en el pasado año, pesar de las ayudas compensatorias de la Política Agrícola Común (pagos directos, ayudas asociadas, etc.), lo que denota que, aún así y todo, vienen siendo insuficientes para sostener esta actividad en los actuales niveles, no digamos ya para aumentarla. Esta disminución continuada de la cabaña en al menos los últimos diez años es algo que debería preocupar, sobre todo en algunas especies, como las cabras y las ovejas.
Diversa evolución
Eurostar señala que, si bien los descensos a nivel comunitario en las cabañas de ganado porcino y de ganado bovino fueron relativamente modestos en 2023 con relación al año anterior, sí hubo cambios de mayor porcentaje según los países de la UE.
Por ejemplo, Croacia e Irlanda registraron fuertes descensos en sus cabañas porcinas (-10 % en comparación con 2022), mientras que Bulgaria y Malta registraron aumentos en este sector aún más pronunciados (ambos +21 %).
Por su parte, Letonia registró la mayor disminución de su cabaña bovina en 2023 (-6%), seguida de Lituania, Estonia, Portugal, Finlandia y Hungría, con descensos de algo por debajo del 3%, respectivamente. Chipre fue el único país de la UE con un aumento modesto (+1%), mientras que la ganadería bovina en Malta, Polonia e Irlanda se mantuvieron casi sin cambios con respecto a los niveles de 2022.
Como hemos señalado, la disminución de las cabañas ganaderas es multifactorial. El primer factor, sin duda, tiene que ver con la propia rentabilidad económica de la actividad, que se ha visto muy golpeada por el incremento desmesurado de los insumos (energía y piensos, principalmente) en los últimos años, que no se han podido trasladar 100% al precio de venta de los animales o de los derivados cárnicos. Es cierto que el abaratamiento de las materias primas, por la caída de los cereales y oleaginosas, ha supuesto cierto alivio, pero también bastante insuficiente, debido a que esos precios no han vuelto a ser los de partida en el año 2019, previo a la pandemia de Covid.
La fuerte competencia de los mercados globales y las políticas comerciales emprendida por la UE con países terceros es un factor a tener en cuenta también a la hora de argumentar la disminución de las cabañas, puesto que han incidido en la evolución de la oferta y en la demanda de los productos cárnicos.
Factores como el cambio climático, como sequías y olas extremas de calor y otras adversidades meteorológicas han afectado a la productividad de las cabañas ganaderas de cría extensiva, principalmente, al reducirse la disponibilidad de agua y pastos, mientras que las enfermedades ganaderas (PPA, gripe aviar, Enfermedad Hemorrágica Epizoótica, tuberculosis…etc.), a pesar de ejercerse un control estricto a nivel comunitario, han incidido también negativa y coyunturalmente en las cabañas de ganado afectadas.
Asimismo, las políticas y las exigencias cada vez más estrictas de tipo medioambiental y de bienestar animal no han contribuido, por ahora, a frenar la disminución de las cabañas ganaderas, sino más bien al contrario. Ha desanimado esta actividad, dado que suponen incrementos importantes de los costes de producción que luego no se trasladan en su totalidad en los precios de venta de los animales y de los derivados cárnicos.
No hay que obviar como factor influyente en esta merma de la actividad la disminución del consumo de ciertos productos cárnicos en la Unión Europea por razones de salud, no siempre bien explicadas. Comer cierto tipo de carnes o de proteína animal se ha convertido en un tabú en determinados círculos de nuestra sociedad que todos conocemos, a pesar de incidirse en el mensaje de moderación en el consumo de alimentos y en el de que cualquier exceso, sea del que sea, nunca es saludable.
Continúa la tendencia
En este 2024, la tendencia a la baja de las cabañas ganaderas no parece que vaya a cambiar, con lo que estaremos dando un paso más hacia el aumento de nuestra dependencia exterior de algunos tipos de carnes, de unos más que de otros.
Según Eurostat, para el segundo semestre de este año se prevé que la producción autóctona bruto de animales bovinos alcance los 12,1 millones de cabezas, lo que supondrá una disminución del 1% respecto a 2023 (12,2 millones).
En producción de ganado ovino, la caída prevista es mucho mayor, del 7%, hasta 15,6 millones de cabezas en el segundo semestre del año, mientras que la de ganado caprino podría llegar a disminuir un 9%, hasta los 2,4 millones de cabezas, y la de porcino bajar otro 1% adicional, hasta 57,7 millones de cabezas.
Francia continuará siendo el mayor productor de carne de vacuno en al UE en esta segunda mitad de 2024, con una producción esperada de 2,7 millones de cabezas, por delante de Alemania, con 2 millones; España (1,3 millones) e Irlanda (un millón). Malta (2.000 cabezas), Chipre (10.000), Luxemburgo (32.000) y Croacia (41.000) tendrán la producción de carne de bovino más pequeña.
Por otro lado, Eurostat prevé que España produzca en esta segunda mitad de 2024 unos 13,6 millones de cabezas de carne de porcino, lo que sitúa a nuestro país en el liderazgo comunitario, por delante de Alemania (8,8 millones), Dinamarca (7,3 millones).
En ovino, se prevé también que España (tras la salida de Reino Unido) sea el mayor productor e el segundo semestre del año, con más de 4,5 millones de cabezas, seguido de Rumania (2,6 millones) y Grecia (2,1 millones).
Y, por último, en ganado caprino, Grecia liderará la producción, con un millón de cabezas en este periodo, seguido de España (0,5 millones) y Rumania (0,4 millones).