Resumen ejecutivo del informe elaborado por Caixabank sobre la situación del sector agroalimentario
Judit Montoriol. Economista Senior. CaixaBank Research
La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto la importancia del sector agroalimentario como pilar esencial de la economía española. Durante los meses de confinamiento, toda la cadena alimentaria (que incluye agricultores, ganaderos, pescadores, cooperativas e industria alimentaria, mayoristas, comercio minorista, distribución o logística) tuvo que adaptarse rápidamente para garantizar el abastecimiento de alimentos a la población. En retrospectiva, es de justicia destacar la excelente respuesta de todo el sector para superar este reto.
Los indicadores económicos disponibles muestran que el sector ha sido uno de los menos afectados por la crisis: el peso del sector primario sobre el total de la economía aumentó y la industria agroalimentaria sufrió un retroceso mucho más suave que el conjunto de la industria manufacturera en el 2T 2020. De manera similar, en el ámbito laboral, el sector ha registrado una menor destrucción de empleo y una menor proporción de trabajadores afectados por ERTE.
La pandemia ha generado un notable cambio en los patrones de consumo alimentario de las familias españolas: el consumo en el hogar ha ganado peso. De hecho, durante las semanas de confinamiento, el consumo fuera del hogar se desplomó (es decir, en el canal HORECA: hoteles, restaurantes y cafeterías). También ha aumentado el uso del comercio electrónico en la compra de alimentos, en parte para minimizar los desplazamientos y el contacto entre personas. Los datos internos de gasto con tarjetas en los TPV de CaixaBank nos permiten analizar con detalle estos patrones. Así, a pesar del buen desempeño del sector agroalimentario en su conjunto, observamos cómo el parón del turismo extranjero sigue perjudicando a los establecimientos de restauración orientados al cliente internacional y, en consecuencia, a los subgrupos de productos agroalimentarios destinados a estos establecimientos para su consumo final.
Por otra parte, no es posible comprender el buen desempeño relativo del sector agroalimentario durante la crisis sin tomar en consideración el sector exterior. Gran parte de la producción del sector se destina a la exportación –alrededor de 50.000 millones de euros–, hasta el punto de ser la cuarta economía exportadora del sector en la Unión Europea y la séptima a nivel mundial. Con la crisis, las exportaciones del sector agroalimentario han incrementado de forma generalizada, aunque destaca el repunte de las exportaciones de cítricos en Europa y de carne de porcino en Asia.
El buen posicionamiento de los productos agroalimentarios españoles en los mercados internacionales es fruto del esfuerzo de internacionalización de los últimos años y refleja el elevado nivel de competitividad del sector respecto a otros países productores. Pero si algo ha demostrado la situación que estamos atravesando es que las empresas más digitalizadas están más preparadas para adaptarse a un entorno cambiante. Así, para ser aún más competitivo, es necesario aprovechar las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías digitales en todos los eslabones de la cadena alimentaria. Al mismo tiempo, la transformación digital también ofrece vías para abordar los principales retos del sector. Por ejemplo, las técnicas de agricultura de precisión permiten mejorar la productividad de los cultivos a la vez que potencian la sostenibilidad del sector al hacer un uso más eficiente del agua y de la energía.
En definitiva, la revolución tecnológica del siglo XXI está transformando un sector agroalimentario que cada vez se asemeja menos a la imagen tradicional que de él tenemos. El futuro nos traerá la cadena alimentaria 4.0, un ecosistema totalmente conectado del campo a la mesa.