Estimado ciudadano de Europa,
La cadena agroalimentaria merece ocupar un lugar prioritario en la agenda política europea. En los últimos cinco años se ha marginado sistemáticamente a los agricultores, empresarios, trabajadores e investigadores del sector agroalimentario, a los que se ha culpado injustamente de las crisis climática y sanitaria. Esta narrativa ha conducido a la introducción de políticas medioambientales que han golpeado duramente al empleo, la inversión, la investigación y la innovación, pasando por alto el papel fundamental que desempeña este sector en la subsistencia y el bienestar de los ciudadanos de la Unión Europea y de cientos de millones de personas de todo el mundo que dependen de la calidad de los productos alimentarios europeos.
La crisis climática es un hecho indiscutible y un reto inherente a la humanidad, pero la respuesta no puede ser penalizar al sector agrícola y alimentario, sino situarlo en el centro del cambio. Las políticas actuales, impulsadas por una Comisión influenciada por el emocionalismo, la ideología y la falta de pragmatismo, han adoptado un ideal ecologista y sanitario, persiguiendo una visión utópica del mundo en detrimento de un enfoque holístico de los problemas. Estas políticas han ignorado el valor del método experimental de la ciencia, que promueve el crecimiento incremental a través del ensayo y error, permitiendo adaptar las decisiones a las circunstancias cambiantes y a las consecuencias imprevistas. La falta de flexibilidad demostrada al no adaptar el Green Deal y, más concretamente, la estrategia «de la granja al tenedor» durante momentos críticos como la pandemia, las crisis de abastecimiento, la alta inflación y las crisis geopolíticas demuestra una falta de pragmatismo y flexibilidad científicos.
Este enfoque ha ignorado la importancia de una sostenibilidad equilibrada que compense las necesidades económicas, sociales y medioambientales. El resultado han sido políticas «verdes» contraproducentes que han agravado la situación socioeconómica y que no lograrán mejoras significativas en la biodiversidad ni en la reducción del impacto de la actividad humana sobre el clima. Además, estas políticas han reforzado indirectamente las economías de países competidores como China, India, Estados Unidos y algunos países del Golfo, en detrimento de Europa.
El reciente cambio de opinión de algunos políticos, aunque bienvenido, puede estar motivado más por consideraciones electorales que por una verdadera comprensión de los problemas, con lo que se corre el riesgo de dejar aún más de lado la cuestión climática.
Las consecuencias son claras: desertización del campo, abandono de explotaciones, deslocalización de empresas alimentarias fuera de Europa y consumidores obligados a comprar alimentos de menor calidad o más caros del extranjero.
La Green-Tech, a menudo abrazada por quienes se refugian en una visión utópica y determinista para evitar la molestia de resolver problemas concretos, no debe verse como la panacea de todos los males, ni adoptarse por razones ideológicas, comerciales o financieras como una solución revolucionaria que imponer a los consumidores. Lo cierto es que, aunque prometedora, la tecnología verde es cara e incapaz por sí sola de resolver el reto alimentario mundial. Por lo tanto, debe considerarse un componente crucial, pero no el único, en un enfoque equilibrado de la sostenibilidad. La inversión en esta tecnología debe formar parte de una estrategia de transición gradual que contemple su uso en los procesos de producción de forma que se optimice la relación coste-eficacia, garantizando así que los beneficios compensen los costes sin sobrecargar ni la economía ni a los consumidores. Además, el objetivo debe ser garantizar que Europa adquiera una ventaja competitiva frente a China, India y Estados Unidos, de los que actualmente dependemos.
POR LOS CIUDADANOS Y EUROPA
Pedimos a los futuros aspirantes a representantes del Parlamento Europeo y de la Comisión que se comprometan a promover y alcanzar los siguientes objetivos:
POR LA AGRICULTURA
Volver a situar el sector agroalimentario en el centro de la agenda política europea.
Mejorar la capacidad de producción, la resistencia y la eficiencia de las cadenas de suministro agroalimentarias europeas para que Europa alcance y mantenga el liderazgo mundial.
Estimular y salvaguardar sinérgicamente el sector agroalimentario europeo, ya que la competitividad de las empresas europeas depende tanto de la producción de materias primas de alta calidad como de la capacidad de producir especialidades alimentarias exclusivas originarias de la propia industria. La UE también tendrá que apoyar y proteger sus «productos clave» mediante acuerdos globales y de exportación.
Promover un plan europeo de seguridad y autosuficiencia alimentaria que persiga simultáneamente la sostenibilidad económica, social y medioambiental. El plan debe impulsar la productividad y la competitividad en el mercado único, eliminando las pérdidas de valor y el desperdicio de alimentos. En concreto, redistribuir los alimentos en riesgo de ser desperdiciados para su utilización en otros eslabones de la cadena alimentaria.
Promover políticas de producción y exportación de productos alimentarios europeos, tanto a mercados más avanzados como a zonas más deprimidas para garantizar la seguridad alimentaria. Esto implica invertir en una sólida infraestructura de la cadena de suministro y potenciar la digitalización de los controles comerciales para mejorar el cumplimiento y agilizar los procesos.
Combatir los fenómenos de falsificación de alimentos y engaño al consumidor, garantizando que la excelencia agroalimentaria europea no sufra la competencia desleal de productos «parecidos» y
«de sabor parecido».
Garantizar que la revisión de la legislación de la UE sobre bienestar animal equilibra adecuadamente el bienestar animal con la sostenibilidad y las implicaciones socioeconómicas del sector ganadero, preservando la competitividad para evitar que los consumidores tengan que recurrir a alimentos de menor calidad.
Invertir en el desarrollo de técnicas y tecnologías de producción (IA e IoT) para mejorar la productividad y mitigar el impacto del cambio climático. Europa debe liderar las soluciones agrotecnológicas fomentando la proliferación de start-ups agroalimentarias y tecnologías innovadoras.
Invertir en agricultura regenerativa y en nuevos modelos empresariales que garanticen la sostenibilidad financiera de las PYME agroalimentarias.
No impedir las importaciones de materias primas y alimentos del extranjero, sino garantizar que sean resistentes, sostenibles y cumplan las mismas normas que se aplican a la producción nacional.
PARA EMPRESAS
Fomentar la transición hacia sistemas de producción y alimentación más avanzados, manteniendo al mismo tiempo un equilibrio entre los factores de sostenibilidad económica, social y medioambiental, garantizando que se evalúen e incorporen cuidadosamente las necesidades e intereses tanto de la población como de la comunidad empresarial.
Eliminar toda forma de sesgo, ya sea geográfico, ideológico, político o relacionado con intereses comerciales, hacia cualquier tipo de nutriente, ingrediente o producto alimentario cultivado, producido o importado en Europa.
Fomentar la consolidación y el desarrollo del sector agroalimentario mediante cadenas de suministro eficientes y una mayor transparencia para cortar de raíz la posible especulación. Las oscilaciones de precios en el sector agroalimentario tienen causas exógenas y no pueden achacarse a la industria ni a los agricultores.
Valorar tanto los productos locales tradicionales como la producción industrial europea que destacan por su calidad y sostenibilidad.
Estimular y liberar la inversión a lo largo de la cadena alimentaria para apoyar prácticas, innovaciones e investigación capaces de hacer más eficiente y sostenible el modelo de producción europeo.
Reducir la burocracia y los trámites administrativos para las empresas.
Promover un marco normativo que fomente la reutilización eficiente del calor residual, revalorizando un recurso hasta ahora disperso en la atmósfera. Esta acción representa una oportunidad real para aumentar la sostenibilidad energética, reducir los residuos, incrementar el ahorro y mejorar el bienestar de los usuarios.
PARA LA SALUD
Mejorar la capacidad de los ciudadanos de tomar decisiones informadas y conscientes para seguir una dieta equilibrada. Así, promover una correcta información al consumidor que explique cómo es una dieta saludable y cómo equilibrar las raciones y la frecuencia de consumo de los distintos tipos de alimentos. La Dieta Mediterránea, de la que existe abundante documentación científica que certifica su capacidad para prevenir enfermedades crónicas, debe seguir siendo la principal referencia para la educación alimentaria.
Reducir la obesidad, que ahora tiene todas las características de una pandemia invisible, con costes muy elevados para los sistemas nacionales de salud, la productividad y el bienestar de los ciudadanos europeos.
Ir más allá de las políticas contra la obesidad adoptadas hasta ahora, que están resultando infructuosas y perjudiciales para las libertades individuales y las economías nacionales. Condicionar a los consumidores utilizando etiquetas de advertencia o aumentando artificialmente los precios de ciertos alimentos no conduce a una dieta más equilibrada ni contribuye a una mejor educación alimentaria.
Desincentivar el uso de sobretasas. Los impuestos sobre los bienes de consumo, y en particular sobre los alimentos y bebidas, generan un efecto inflacionista que afecta también a productos no directamente relacionados con los gravados. Se trata de medidas regresivas que afectan significativamente al poder adquisitivo de los hogares más pobres y acaban reduciendo también su capacidad de encontrar alimentos de calidad.