Ahora que las elecciones europeas ya han terminado, y se están celebrando en secreto, parece que hay un renovado optimismo por volver a poner en marcha el acuerdo con el Mercosur.
Hemos hablado de este acuerdo muchas veces, pero, con la próxima ronda de negociaciones a pocos días vista, nuestros sectores sienten una vez más la presión de manifestar su firme oposición a este acuerdo.
Desde que en 2019 la UE y los países del Mercosur alcanzaron un acuerdo político sobre un acuerdo comercial global, nuestras organizaciones se han opuesto firmemente a él debido a los efectos adversos que tendría sobre nuestros productores, pero también sobre el medio ambiente.
Este acuerdo, en principio, no tiene en cuenta los cambios e iniciativas que se han derivado del Pacto Verde Europeo, ni el panorama cambiante en el que se desenvuelve la agricultura hoy en día, tras la pandemia de COVID-19 y el impacto de la guerra en Ucrania.
Parece que, por razones geopolíticas y en interés de algunas industrias, la Comisión Europea está dispuesta a hacer la vista gorda ante el impacto que esto tendría en algunos de los sectores más sensibles de la agricultura de la UE, especialmente cuando, tras grandes preocupaciones y protestas de nuestros agricultores, se está discutiendo el futuro de nuestro sector, considerado estratégico.
Desequilibrios
A pesar de cierto acceso concedido a productos de la UE, como el vino, los productos lácteos, el aceite de oliva, algunas frutas, verduras e indicaciones geográficas, el acuerdo del Mercosur sigue siendo desequilibrado en su capítulo agrícola, lo que afecta especialmente a sectores agrícolas ya frágiles como la carne de vacuno, las aves de corral, el arroz, el azúcar y el etanol.
Incluso con un instrumento adicional en materia de sostenibilidad, cuyo alcance aún no está claro, es evidente que los países del Mercosur no están en condiciones de adoptar los mismos estándares de producción en las explotaciones agrícolas que la UE pretende e impone a sus propios agricultores.
Nuestras organizaciones no pueden aceptar, bajo ninguna circunstancia, que se debiliten los estándares europeos o que se penalice en el mercado a ningún productor europeo por seguirlos. Por ello, no podemos sino reiterar nuestro NO rotundo a un acuerdo de este tipo.
Esto también se suma a las preocupaciones sobre los impactos acumulativos y difíciles de cuantificar de todos los acuerdos de libre comercio ya firmados por la UE y, más aún, cuando se consideran aquellos que están en trámite, incluida la posible ampliación de la UE hacia el Este.
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