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Encrucijada de las producciones agrarias

Francisco Amarillo Doblado. Analista Agrario

Caminamos, prácticamente lo estamos ya, hacia un mercado mundial en el que las fronteras tienden a diluirse cada vez más y en la que los sistemas de producción de cada país determinan, casi de una manera definitiva los costes finales de los mismos, estableciendo los marcos de competitividad de las producciones agrarias. Países como China, India, la UE, USA, Japón y algunos pocos más que puedan ir añadiéndose, acabaran fijando las formas de producir, más allá de singularidades éticas y sociales, lo que en el campo agroalimentario es particularmente importante. Ello implica, tanto en el área del consumo, como en el de la producción, homogeneizar sensibilidades.

La homogenización de las sensibilidades, ni puede ni debe ser una “sensibilidad media “de tipo estadístico, de la que ya Bernard Show, se burlaba, diciendo con humor y razón, que eran francamente engañosas, porque enseñaban, “que, si mi vecino se comía dos pollos y yo ninguno, que cada uno nos comíamos uno”. Son otras medias más complejas de medir y más difíciles de conseguir las que necesitamos.

Y para ello estamos obligados a interrogarnos, porque sentimos como sentimos y pensamos como pensamos. Desde apreciar la carne de perro como un manjar, a las normativas de bienestar animal de la UE, hay un abismo. Que China e India, tengan avanzado un proyecto para desviar Brahmaputra mediante un túnel de 50Km, con enormes desniveles, que les permitirán tener la central hidroeléctrica más grande del Mundo, y que proyectos como este, resulten en la UE proyectos provocadores, nocivos y lo que es peor impensables, y esto último es lo más grave, sustituir consignas por pensamientos. Son lastres de los que tenemos que desprendernos, si queremos que nuestro sistema productivo sobreviva.

Pero cultivemos la funesta costumbre de pensar, ¿porque un perro es más bonito o más entrañable que un cordero? Con lo preciosos que son los corderitos pequeños, con su lanita suave, sus ojos dulces y tiernos, y sin embargo nos los comemos, por lo menos hasta ahora, es de esperar que ninguna directiva nueva nos lo prohíba. Pues no comemos perros, ni lagartos, muy cotizados hasta hace unas décadas en algunas zonas de Extremadura, por razones básicamente culturales, con orígenes muy diversos. Cuando lo cultural incide profundamente en los costes de producción, necesitamos alcanzar una sensibilidad media que nos permita mantener nuestros niveles de desarrollo, sin que ello signifique que vamos a abocar el Mundo a su desaparición.

Dicho de otra manera, la UE no puede mantener a ultranza normativas derivadas de una sensibilidad cultural, que nada tienen que ver con la conservación del medio natural, sino quiere perjudicar de manera irreversible a muchos agricultores y ganaderos del Sur de Europa, entre ellos los españoles. Como igualmente se impone una revisión profunda de la política hidráulica, más basada en la limitación del consuno de agua, que en el aprovechamiento tecnológico del recurso.

Las utopías son siempre necesarias para ilustrarnos, y no digo indicarnos, el camino por donde podemos ir, pero una utopía es un sueño y los sueños, sueños son. Se puede tener, de hecho, las hay, explotaciones agrarias que no utilizan ni abonos químicos, ni pesticidas, ni herbicidas, abonando solo con estiércol, es mas en algunos casos se renuncia a la tracción mecánica y se cierra el ciclo, laborando con tracción animal. Las producciones son muy cortas, pero de una calidad tan elevada que sus productos alcanzan valores que les permite ser rentable. Bueno, es una anécdota productiva, hija de una sociedad opulenta. Pero obviamente, el futuro de nuestro sistema productivo, tiene que ir, e ira, en otra dirección, cuestión perfectamente compatible con las anécdotas productivas, pero el grueso del sistema productivo, no puede estar lastrado por un marco legislativo, que le aboca a la irrentabilidad y por ende a su extinción. Dentro de la UE, hay países en la que lo agrario tiene muy poca significación económica, pero en otros como España, sigue siendo una cuestión relevante.

Hay que ir propiciando el nacimiento de una sensibilidad media mundial en el campo de las producciones agrarias, que permita el nacimiento de unas legislaciones internacionales convergentes, que garanticen la competitividad de las producciones y se asegure la capacidad de alimentar de alimentar a 10000 millones de seres humanos. Esto, dicho así, parece una enormidad, y seguramente lo es, pero en otros campos, si se han conseguido cuerpos legislativos comunes de los que se beneficia toda la Humanidad. Se puede y se debe hacer, y bueno sería para empezar, que, en la UE, huyéramos de cualquier tentación eurocentrista, plegáramos velas, escucháramos y aprendiéramos, porque a lo mejor, dar de comer a diez mil millones de personas es incompatible con unas políticas que imposibilitan la competitividad de nuestros productos.

No es ajena a esta cuestión, la evolución de la dimensión económica de las explotaciones y por ende la paulatina disminución de la población activa agraria, que continuara y posiblemente de manera acelerada. Ya se sabe que es duro dar coces contra el aguijón, y que la defensa de la agricultura familiar, identificada por simplificar con las pequeñas y medianas explotaciones está en el ánimo de la mayoría de la ciudadanía, pero no por ello debemos de olvidar que lo que hoy llamamos pequeño o mediano, hace medio siglo era mediano o grande, el proceso seguramente será el mismo o más acelerado aun, por ello en el debate político, hay que distinguir entre lo inmediato y lo mediato. La inmediatez obliga a unas consideraciones máximas con la agricultura familiar, la mediatez a tener muy en cuenta hacia donde caminamos.

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