Queridos amigos, tengo una triste noticia, Carmelo Ortolá nos ha dejado.
Conocí a Carmelo en el año 1974, cuando entré a trabajar en Copiva, donde también estaba su amigo Juan Nogués, uno de los fundadores de Nanta y que también era accionista de la empresa. Su gran experiencia en el mercado de materias primas los había acercado y formaban un gran equipo.
Carmelo conocía perfectamente el sector de los piensos compuestos. Era proveedor de salvado de múltiples empresas. Su relación con Enrique Puchal, “el amo del salvado”, creó entre ellos una colaboración perfecta. El cogía el coche y se recorría toda España buscando nuevos clientes.
Copiva comenzó a expandirse y su lógico crecimiento era completar la integración vertical de la actividad de los pollos mediante la puesta en marcha de un matadero. Carmelo enseguida se ofreció a ponerlo en marcha. Su compromiso fue determinante para que el matadero de Pego, aprovechando una antigua instalación, arrancase de forma contundente.
En 1982 el grupo empresarial iba creciendo y, reunido el Consejo de Administración de Copiva para decidir quién dirigiría otra de las empresas, Corena, ante el interés de JM Marsal, Carmelo no lo dudó y dijo, “Aurelio es el futuro gerente”, y yo le estoy muy agradecido desde entonces por esa confianza que en su día me otorgó y que fue importante para el resto de mi vida.
Él siempre presumió que el éxito que conquistó Copiva en pocos años se debió a cómo luchó en el Consejo para que se aprobase su propuesta, y yo también lo creo, porque a veces estas cosas marcan el devenir de muchas aventuras empresariales.
Y entonces llegó lo inesperado, la British Petroleum compró Hendrix que acababa de comprar Nanta. Lógicamente la venta de su participación accionarial le supuso una inyección de liquidez que supo aprovechar muy bien.
Con la fortaleza que le aportaba su unión con Nogués, y su propia experiencia, comenzaron a invertir en el mercado inmobiliario de la zona de Denia y sus alrededores. En toda la zona era conocido y respetado. En pocas palabras, “ganaron mucho dinero”. A pesar de eso era un hombre sencillo y amigo de sus amigos. Los hijos de Nogués siempre le agradecieron sus consejos, pero sobre todo que seleccionase el huerto en Torre Pacheco, que ellos compraron con gran futuro.
Pero lo importante es que Carmelo supo reinvertir, diversificando en empresas con futuro. Huertos, fabricación de materiales de construcción y un largo etcétera que lo convirtió en una gran fortuna.
Como buen padre, al ritmo que sus hijas se fueron haciendo mayores, no sólo les fue dando trabajo, sino con toda la generosidad, les fue traspasando todo su patrimonio, hasta quedarse sin nada. Sólo, el orgullo de haberlo creado todo él solito.
Carmelo era así, todo para su familia. Y su mujer Reme siempre lo apoyó.
Llego la crisis del 2008 y me llamó. ¿Qué podemos hacer? Lo más importante es ser eficiente en calidad y reducir costos. Él quería trabajo para su gente de Pego, pero no a costa de no poder soportar una plantilla insostenible. Fue valiente, ajustó el personal y pudo seguir con sus actividades a pesar de las críticas que en un pueblo pequeño generan estas cosas.
Él sabía que siempre podía contar con mi opinión y apoyo si lo necesitaba. Hasta el último momento que pude verlo, respeté su voluntad y si podía le ayudé a conseguirlo.
Como buen creyente, fue un gran benefactor de los franciscanos en Pego, con cosas que solo él sabía. Sus viajes preferidos, Fátima y Tierra Santa.
Tuvo un gran conocimiento del cultivo del naranjo. Su pasión era enseñar sus huertos. Ernesto Presencia y Carmelo tuvieron muchas oportunidades de compartir esa pasión y yo presenciaba muerto de risa como Carmelo le enseñaba a Ernesto lo mejor de sus huertos, reservándose lo menos bueno.
Esta es la historia de un hombre valiente, temido, respetado y querido, que sabía ganarse a la gente con su simpatía. Que se hizo a sí mismo saliendo del entorno familiar, que lo ahogaba, muy joven, para incorporar modernidad y energía. Salió al mundo y lo conquistó.