Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez
Llevamos unos años muy complicados en todos los sentidos, y en los últimos meses el tema se está agravando, porque parece ser que se cierne sobre nuestras cabezas una nueva crisis económica que puede rematar a muchas de las empresas que ya se encuentran tocadas, bien por los efectos de la pandemia o por el incremento de costes de los últimos meses.
Todo va demasiado deprisa. Pasamos de situaciones en las que falta de todo y suben los precios de forma exagerada a una nueva coyuntura en la que comienzan a bajar las cotizaciones y la mayoría de las veces no sabemos porqué, porque no tienen una explicación lógica. Y ahora, además, se produce un lío en el estrecho de Taiwán que puede provocar otro desajuste en el aprovisionamiento de microprocesadores u otros productos, así, sin comerlo ni beberlo, debido a un viaje que a nosotros no nos aporta nada.
En todo caso, creo que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época, y no hay lugar para la autocomplacencia, que según la RAE es el “sentimiento de satisfacción por la propia manera de ser o actuar”. Hay que hacer cosas distintas, colaborar entre los eslabones y con la Administración Pública de otra forma. No puede ser, como dice un amigo mío de Carbonero que se dedica a esto de la agricultura, que las Administraciones simplemente se limiten a sancionar y no ayuden en una situación como la que tenemos encima hoy en día.
Hay que exigir responsabilidad a todos y que cada palo aguante su vela y cambie lo que tenga que cambiar. No porque una cosa se haya hecho siempre de una manera tiene ahora que seguir haciéndose igual, porque la situación es distinta y requiere de acciones diferentes para solucionar los problemas.
Todo esto me recuerda a la denominada 'Década perdida', en la que la economía de Japón tardó 12 años en recuperar el PIB de 1995, donde las empresas que habían dominado sus respectivas industrias en las décadas anteriores tuvieron que hacer frente a una fuerte competencia de empresas extranjeras y se les atragantó la situación. Aunque algunos expertos ponen su fin en 2001, los hay que aún llevan este periodo hasta 2021, lo cual puede hacernos pensar que las economías de Occidente puedan estar ahora o entrar en ciclos similares de largas épocas de recesión, de las que cuesta mucho salir, crisis tras crisis.
Y es que, como decía, la autocomplacencia que detecto últimamente mucho también en el sector agroalimentario puede ser muy peligrosa para cualquier organización, sobre todo si quiere resistir al cambio y perseverar en las adversidades. La autocomplacencia es un síntoma de debilidad y sobre todo de autoengaño, de rendirse ante el mínimo obstáculo y de gritar su éxito con el primer triunfo, por lo tanto, no seamos autocomplacientes.
Ahora comienza el último cuatrimestre de 2022, y va a ser duro, porque la actividad frenética que vamos a tener nos puede impedir pensar en lo importante y sobre todo en cómo salir de la situación que tenemos ahora, pero sobre todo puede impedirnos el anticiparnos a lo que nos pueda venir, y eso será aún peor.
Si queremos sobrevivir a este cambio de época, necesitamos líderes insatisfechos, líderes que tras lograr un éxito piensen en superar retos más altos, que sean hábiles, que no se conformen con hacer lo que hacían hace unos años, inteligentes y duros en las negociaciones con la Administración, para convencerla de que, si a los administrados les va bien, haciendo las cosas correctamente, a ellos también. Necesitamos líderes que no se conformen con vivir en otra 'década perdida'.