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La burocracia de la PAC sigue triunfando

Tras la pandemia y la incertidumbre creada por la invasión de Ucrania por Rusia algunos llegamos a pensar que algo cambiaría en la Unión Europea y, por supuesto, en la normativa y puesta en marcha de la Política Agraria Común, que, debemos recordarlo una vez más, es la única política verdaderamente Común en la UE. Pero ya podemos dejar bien claro que no ha sido así y que nada cambiará. La maquinaria burocrática de la UE seguirá avanzando y devorando todo como una manada de paquidermos, elefantes lentos pero concienzudos y con hambre atroz.

Las dificultades en el suministro, tanto de materias primas alimentarias como de medios de producción, provocadas por estos dos conflictos internacionales volvió a poner de manifiesto la necesidad de promover el autoabastecimiento en la UE. Algo olvidado en los últimos tiempos, y nada favorecido en las últimas reformas de la PAC, que siguen fijando reducciones productivas anexas a los recortes presupuestarios y a las nuevas medidas de tinte ecologista.

Ha sido todo simple ruido, en un principio dejaron que creciera un poco la superficie de siembra en algunos productos, y nada más. Ya se han olvidado las buenas intenciones. Nada se ha hecho para beneficiar a la producción autóctona, a los agricultores y ganaderos de la UE que deben seguir lidiando con sus problemas burocráticos. Nada.

Mientras, se espera la lluvia y se siembra como se puede, con el coste de la energía disparado, como el de las semillas o el de los fertilizantes o el de los fitosanitarios.

Mientras, se insiste en que bajará el precio de los cereales porque los rusos dejarán salir el grano almacenado en los puertos de Ucrania, y unos días dicen que sí hay acuerdo y otros que no, y las cotizaciones internacionales viven en la zozobra.

Mientras, todo el mundo habla de las consecuencias del cambio climático y de la hambruna que se cierne sobre millones de personas en los países en desarrollo.

Mientras, el tiempo se nos va de las manos.

Aquí las gentes del campo deben aclararse con esos nuevos conceptos de la nueva reforma de la PAC paridos en los más oscuros cenáculos burocráticos de Bruselas, porque desde luego la PAC ni se ha simplificado ni se ha hecho más cercana. Hay que saber de una vez lo que son los eco regímenes, o la condicionalidad reforzada o el pago retributivo o el pago básico a la renta sostenible, o cómo se realiza la conversión de las actuales circunscripciones regionales a las nuevas para establecer los baremos subvencionables, hay que tener en cuenta la lista de cultivos mejorantes o las especies melíferas, y así podríamos seguir un buen rato.

Porque ni ellos mismos se aclaran. Cada una de estas cuestiones ha requerido una nota aclaratoria del Ministerio de Agricultura porque los responsables de las comunidades autónomas directamente no entendían cómo había que gestionar las declaraciones de la PAC y los pagos correspondientes. Los mismos funcionarios encargados de su tramitación consideran que los programas informáticos no están ajustados y que sería conveniente aplazar al menos un año la entrada en vigor de esta reforma.

Ni siquiera la alarmante subida de los precios de la cesta de la compra ha hecho que estos señores bajen a la tierra desde sus pedestales.

Lloverá, si Dios quiere, y si Dios quiere la cosecha del año próximo volverá a estar en la media de campañas anteriores, y si Dios quiere se frenará la inflación y el precio a pagar por la leche se quedará en torno a un euro y el de la docena de huevos en torno a los dos euros y el kilo de las frutas nacionales no pasará de los tres euros y las carnes seguirán abasteciendo los mercados para esta Navidad y las siguientes.

Entre tanto, cada vez estará Europa más lejos de ese autoabastecimiento alimentario. Como si no hubiera pasado nada, miles de agricultores y ganaderos en la UE se habrán visto obligados a dejar la actividad. En nuestra tierra quedarán atrás miles de explotaciones que no se recuperarán porque nadie fue capaz de apoyar de verdad a la explotación familiar agraria. Aquí miles de litros de leche se quedarán sin ordeñar, miles de animales se quedarán sin cuidar, miles de kilos de cereal o de remolacha se quedarán sin producir, miles de kilos de frutas y hortalizas se quedarán sin recoger.

El planeta no lo notará para bien. Al contrario. La humanidad seguirá creciendo y habrá que seguir alimentándola. Eso sí, con producciones en países que no respetan los mínimos criterios de cuidado de la tierra, de los animales o del trabajo humano que se fijan en la UE o producidas aquí por grandes empresas que solo se fijarán en los beneficios sin importarles ni los pueblos ni sus gentes por muchos anuncios que pongan en las teles o en las redes sociales intentando lavar su imagen.

Este es el panorama al que nos arrastran los burócratas de la PAC y los extremistas del ecologismo irredento, y no parece que nada pueda pararlos, ni siquiera las guerras, las pandemias o cualquier otra de las grandes catástrofes que se suceden en el planeta. Esa PAC que pasó de paraguas para los agricultores y ganaderos a simple bastón en que apoyarse y que algunos quieren que acabe como palo con el que arrearles.

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