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No se pueden poner puertas al campo

Luis Cortés. Coordinador estatal de Unión de Uniones

El otro día circulaba por las redes que un partido de base agraria arrasaba en las elecciones en todas las provincias de Países Bajos, hecho que ha sorprendido aún más viniendo de un país del norte.

El Movimiento Campesino Ciudadano – BBB, por sus siglas en holandés – ha conseguido involucrar en su lucha a gran parte de la sociedad y eso que el sector agrario allí representa menos del 2% del censo total de personas en edad de votar.

Que se haya hecho viral en los entornos de agricultores y ganaderos no es casualidad. Casi se trata de un aviso de lo que está ocurriendo fuera y lo que podría ocurrir aquí si las cosas siguen como están tras la reforma de la política agraria.

¿Y cómo están? Además de los costes de producción de los que ya hemos hablado hasta la saciedad, nos referimos, en esta ocasión, una política agraria llena de normas absurdas elaboradas por ecologistas de despacho que no se han dado un paseo para conocer la realidad.

No se pueden poner puertas al campo. La vida no puede tener unas normas tan estrictas. Lo que se arregla por un lado, se acaba estropeando por otro si no se tiene una concepción amplia y global de lo que se quiere legislar.

Me explico. Una superficie de 100.000 has de olivos, tal y como está organizado todo ahora, se vería obligada a dejar sin arar casi el 40% para fomentar la biodiversidad. Pero, me pregunto, ¿qué sentido tiene querer fomentar de manera artificial la biodiversidad si después ese material es altamente combustible y puede arder? ¿De qué sirve si se agrieta el suelo, se escapa la humedad y se acaban convirtiendo nuestros olivares en un erial?

Los pastos, la maleza y la madera seca claro que pueden impulsar la biodiversidad, pero acosta de que estemos preparados para salir corriendo desde el medio rural cuando se produzca un incendio. Porque antes los cultivos hacían de cortafuegos, ahora, con esta malentendida política ambiental, veremos a ver en qué queda. El aumento artificial de la biodiversidad lo único que va a provocar es crear un polvorín.

Quizá quede raro hablar de incendios a principios de abril, pero los de Castellón y Asturias lo han puesto también de completa actualidad y ahí, gracias a nuestra colaboración, no se han tenido que lamentar aún mayores daños. ¿Para qué esperar a junio para hablar de incendios? La tarea de prevención debería ser durante todo el año.

Los temas centrales por los que luchaba el BBB tenían que ver también con medidas absurdas, como el debate sobre el cierre de granjas para evitar las emisiones y otras referidas al cambio climático.

Suena políticamente poco correcto. Somos los primeros interesados en que se trabaje para paliar los efectos del cambio climático, pero no queremos que el peso de las organizaciones ecologistas sea tan grande que nuble y haga desaparecer la visión de quienes gestionamos el territorio y, por supuesto, el medio ambiente.

Vincular las ayudas a estas medidas incongruentes está haciendo que el sector agrario se revuelva.

¿Puede suceder en España? Desde luego, el censo agrario es mayor que en Países Bajos y no hay que subestimar el hartazgo de la población rural, cansada de promesas vanas de llevar servicios e infraestructura a la España Vaciada. Tiempo al tiempo.

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