Francisco Amarillo Doblado. Analista Agrario
El retroceso de 18 diputados verdes, el 25%, en las últimas elecciones de la UE, demuestra la fuerza que afortunadamente aún conserva el sector agrario europeo y con seguridad, que la contribución a este resultado del sector agrario español ha sido muy significativa. Peso político y poder van de la mano y constituyen un magnífico activo para negociar, pero con el realismo suficiente para constatar la necesidad de matrimonios que nos acerquen a lo que pretendemos, la unidad agroalimentaria.
El sector agrario, vertebrado por el movimiento cooperativo, ya ha atisbado este horizonte cuando muy acertadamente opto por cambiar su antigua denominación, pasando de llamarse “Confederación de Cooperativas Agrarias de España” a “Unión de Cooperativas Agroalimentarias de España”, iniciándose el cortejo de un matrimonio imprescindible de lo agrario y lo alimentario. Culminarlo con éxito, implica explicitar los intereses comunes y definir los instrumentos para conseguirlos.
Si la opinión orienta el voto, y el voto es poder, la comunicación se convierte en una necesidad básica, y el cómo instrumentarla en un objetivo primordial. Hace algo más de dos décadas, se intentó desde la Ciudad de la Imagen de Madrid por el movimiento cooperativo agrario, tener medios de comunicación propios, que les permitiesen una comunicación fluida y directa con los agricultores. Desconozco los avatares, que impidieron que la idea prosperase, pero seguramente sería muy interesante, creo que imprescindible, volverla a retomar.
Obviamente, no puede ser un intento aislado del mundo agrario, tiene que ser compartido por una parte de la industria alimentaria, particularmente de la pequeña y mediana empresa alimentaria. Y en este sentido, conviene caminar contemplando los marcos legislativos de la UE , en particular la norma 2013/34, modificada recientemente por la Directiva del 17/10/2023, resumiendo y a la luz de esta legislación, el entorno empresarial más afín , aunque no exclusivo estaría en las PYMES, sobre 250 trabajadores y 50 millones de euros de negocio neto anual, bien a título individual o a sus asociaciones, obviamente hay que arrancar con lo que se pueda, pero en todo caso hay que iniciar la creación del instrumento empresarial idóneo, buscar la financiación necesaria, definir los objetivos más inmediatos, y abordar el delicado campo de la publicidad, que a la larga es la que puede y debe contribuir a garantizar el éxito del proyecto.
Lo que tenemos en comunicación agroalimentaria hasta ahora, es muy poco, a horas de muy baja audiencia y destinado a agricultores y ganaderos básicamente, servidumbre derivada de carecer precisamente de medios propios. Un medio como el que se pretende solo puede tener un objetivo, informar a todos los ciudadanos de la oferta alimentaria. Si esta idea cuajase, habría ocasión de lamerse viejas heridas, como, por ejemplo, las cicatrices dejadas a una parte muy significativa de la industria agraria, al tener que pasar por las horcas caudinas de las “marcas blancas”.
Si queremos avanzar, para que, en terminología muy actual, nuestro propio “relato” lo escribamos nosotros y no nos lo escriban otros, debemos de disponer de medios de comunicación lo suficientemente fuertes que puedan incidir en la opinión pública. Con ellos, por ejemplo, difícilmente hubiese sido aprobada por el Consejo de ministros de la UE27 la Ley de Restauración de la Naturaleza en sus términos actuales. Cuando la terminología se prostituye y derivamos a las posverdades, acaba denominándose reaccionario al progresista y progresista al reaccionario. Tenemos la obligación y la necesidad, de explicar a la ciudadanía, que, en países como el nuestro, una parte abrumadoramente mayoritaria de la Naturaleza que se contempla es obra de agricultores y ganaderos, y que es la actividad agrícola y ganadera quien las mantiene. Que el regadío significa riqueza, tanto económica como biológica y medio ambiental, que el agua es un bien precioso, que como tal hay que tratarla y al que el desarrollo tecnológico alcanzado, tanto en su obtención como en su aplicación, nos permite ser optimista, tanto en un caso como en él otro, y bueno será que la ciudadanía sepa que no se puede hablar de agua sin hablar del precio de la energía y que una cosa muy distinta es consumirla y otra utilizarla.
La comunicación, en nuestros días, es mucho más que los medios materiales clásicos, emisoras de radio y televisión, imprescindibles por otro lado, sino también un complejo mundo digital, que nos permite relacionarnos directa e instantáneamente con amplios colectivos sociales. Hay, por otro lado, una potencial disponibilidad de colaboradores, en muchos casos muy cualificados, profesores e investigadores de nuestra amplia red de universidades, profusamente distribuidas en nuestro territorio.
Estamos ante un Proyecto, tan ilusionante como necesario, con una financiación viable, dada la entidad económica del mundo agroalimentario. Cierto que los comienzos son siempre difíciles y sus promotores, tendrá que salvar más de un recelo y muchas dificultades, y no será la menor de estas la de mantener una distancia suficientemente clara y explicita, tanto de los partidos políticos como de los gobiernos, tanto del nacional como de los territoriales.
Ya se sabe, que lo único que con seguridad no se consigue es aquello que ni siquiera se intenta. Tanto desde la Unión de Cooperativas Agroalimentarias, como desde diversas asociaciones patronales de las industrias de transformación de productos agrarios, debiera articularse un grupo de trabajo, que abordase esta cuestión. Afortunadamente, se dispone de un capital humano que ya trabaja en este campo, y con algunas iniciativas, ya convertidas en realidades, que pueden ser colaboradores iniciales del proyecto que se pretende, que ciertamente es complejo, pero viable y necesario, con un campo de convergencia claro, como es que la alimentación, básicamente y en su eslabón primero, depende de los que producen la materia prima, agricultores, ganaderos y pescadores, y los que las transforman, industrias agrarias y conserveras.
¡Hay que empezar! Ya, y ya se sabe, “caminante no hay camino se hace camino al andar”