El sector del aceite de oliva ha sido históricamente uno de los que han experimentado las mayores turbulencias desde la producción, la industria hasta la comercialización. En la última década, por no remontarnos a conflictos ya históricos del pasado como el sucedido en los años noventa con Regina Revilla como responsable de la industria alimentaria en Agricultura hablando de aceite a 500 pesetas de las de entonces, el aceite de oliva ha sido escenario de grandes subidas por cosechas cortas, a la inversa de grandes bajadas por campañas elevadas, pero también de precios bajo mínimos con cosechas reducidas sin que se encontraran razones objetivas, al margen de las estrategias bajistas de la gran distribución.
Hoy, tras una crisis de precios que se ha mantenido especialmente desde los años 2009 a 2014, con campañas de diferente volumen, se podía comenzar a hablar de la existencia de un cambio positivo en el aceite en una línea de mayor estabilidad en los mercados y el inicio de una nueva cultura en el aceite de cara a dar al producto un valor que existe en otros países del entorno y que aquí se ha resistido desde unas posiciones de abundancia y, sobre todo, de mal trato frente a los consumidores.
En lo que afecta al volumen del aceite comercializado, hay dos datos a considerar que se han resuelto con resultados positivos superando anteriores temores.
De cara a los mercados exteriores, con los precios a la baja y unas producciones elevadas, el sector del aceite de oliva batía su record en 2013 con la exportación de 1,1 millones de toneladas. El interrogante en aquellos momentos era si ese mismo sector sería capaz de mantener unos niveles de ventas similares en esos mismos mercados o con la apertura de otros en competencia con nuevos productores, con las barreras ficticias implantadas en algunos países o las campañas de descrédito hacia el aceite importado y, sobre todo, con una importante subida de los precios. Los datos han venido a poner de manifiesto que el sector, a pesar de esas trabas y de sus precios más elevados, ha mantenido las ventas en unos altos niveles hasta cerca de las 900.000 toneladas, de las que, aunque en muchos casos no hay todavía una gran visibilidad en relación con la imagen histórica de las marcas italianas, el 50% se comercializa como envasado, habiendo superado al país vecino en los mercados más importantes como Estados Unidos, manteniendo el liderazgo en otros emergentes como China o Japón o en mercados tradicionales como Francia, aunque sigue existiendo ese mercado granelero de más de 300.000 toneladas hacia Italia como una salida de urgencia contra los excedentes.
En el mercado interior, la evolución de la demanda se mantiene históricamente muy estabilizada, sin grandes oscilaciones en una u otra dirección, entre las 500.000 y las 536.000 toneladas. Las ventas han estado muy ligadas a los bajos precios gracias a la política dominante de los grandes grupos de la distribución con ofertas contra viento y marea de aceites de oliva de calidades discretas a bajos precios con sus marcas propias que suponen más del 65% del mercado, dejando a un lado en esa política los aceites de mayor calidad virgen y virgen extra. Los bajos precios del aceite entre los años de 2009 a 2023 se reflejaron en un aumento de las ventas hasta las 536.000 toneladas. Pero lo importante al día de hoy ha sido constatar que en la última campaña, con precios al alza y en medio de una crisis económica, las ventas han superado las 500.000 toneladas. Con dos campañas seguidas por encima de 1,4 millones de toneladas, la anterior y la actual, es un dato positivo a resaltar el mantenimiento de los precios en unos niveles por encima de los tres euros en origen con picos muy por encima aunque, en alguna medida, en este momento también esté jugando a favor el hecho de una previsión de cosecha a la baja en el resto de los países productores, lo que convierte a España aún más este año en el punto de referencia en los mercados del aceite.
Los actuales niveles de precios sin que se hayan resentido los mercados constituyen un dato muy positivo, aunque el sector se halle aún lejos de los precios existentes en otros países comunitarios productores como Italia con una demanda por cabeza superior a la española.
En este proceso de cambio registrado en los mercados del aceite queda un largo camino por recorrer en el papel que puede y debería jugar la gran distribución dejando de banalizar el producto con su exposición aprecios de oferta ante el consumidor. Las iniciativas adoptadas y promovidas desde la Administración han tenido un efecto positivo, aunque inferior al necesario. Al margen del necesario cambio en las estrategias de la gran distribución para que el aceite deje de ser producto escoba y pase a gourmet, o que los lineales de aceite sean similares a los de los vinos con productos diferenciados de cada variedad o denominación de origen, es imprescindible que poco se vaya introduciendo entre los consumidores una nueva cultura, similar a la que se ha impuesto en los vinos a base de una mayor información desde un planteamiento de calidad y salud con iniciativas que van desde las llevadas a cabo desde la interprofesional a las acometidas por denominaciones de origen como la desarrollada recientemente por Olivar de Segura.
No se ha producido el cambio, pero todo indica que algo se está moviendo en el aceite.