Quedan pocos días para que las cuotas de producción de azúcar y, por tanto, de remolacha azucarera en la Unión Europea desaparezcan. Este 1 de octubre, la industria azucarera europea y los cultivadores de remolacha se encontrarán con una situación completamente nueva, como afirmó en días pasados la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina en Valladolid, en la que no habrá restricciones de cultivo, ni precio mínimo garantizado, y la industria podrá beneficiarse sin límites de una materia prima para su transformación en azúcar, isoglucosa u otros derivados que podrá destinar sin traba alguna a su uso, alimentario o no, y a la exportación.
Esta plena liberalización del cultivo y de la producción azucarera no está exenta de riesgos. Eso es así por mucho que se diga que nuestro sector productor remolachero es muy competitivo (que lo es, pero siempre que pueda recurrir al regadío, como el maíz, lo que eleva sus costes); que la industria transformadora (Azucarera y ACOR) sigue apoyando a este cultivo agroindustrial; que existe un buen Acuerdo Marco Interprofesional (AMI) que protege al sector en su conjunto hasta el año 2020; que cuenta con ayudas asociadas a la producción en la PAC actual, y que somos un país deficitario al consumir bastante por encima del millón de toneladas de azúcar al año, frente a una producción limitada a la mitad.
Bien es cierto que nos encontramos ante un sector muy distinto al lácteo que, tras la desaparición de sus cuotas de producción en abril de 2015, sigue sin levantar cabeza eliminando ganaderos y explotaciones, que ha necesitado de ayudas extraordinarias de Bruselas y que en el último año se ha visto favorecido (al menos en el resto de la UE) por el viento de cola del incremento de las exportaciones, gracias sobre todo a China.
De un año a esta parte, se han realizado un buen número de jornadas técnicas –sobre todo en Castilla y León- para analizar y debatir acerca del escenario que se abre ahora con la desaparición de las cuotas de producción de azúcar y la eliminación de un precio mínimo garantizado de compra de la raíz. En las conclusiones de la gran mayoría de estas jornadas ha imperado el optimismo ante el futuro de este sector. Se ha comentado que los agricultores, al menos los más profesionalizados, están suficientemente preparados para hacer frente a una mayor competencia europea, y que las fábricas, que ya pasaron su reconversión industrial, cuentan con plantas de molturación, transformación y envasado modernas y competitivas, cerca de las zonas de cultivo.
A corto plazo y durante el periodo de transición para adaptarse al nuevo modelo que surge tras la desaparición de las cuotas azucareras en la UE, es posible que no suceda nada extraordinario, salvo lo normal que ya estamos viendo: que las superficies sembradas de remolacha en la UE se están incrementando en los principales países productores, incluido el nuestro. Incluso algunos países que habían abandonado prácticamente el cultivo con la última reestructuración sectorial, caso de Irlanda e Italia, están dispuestos a volver a producir. Según afirmó hace poco el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, como algo tremendamente positivo, la superficie de cultivo en esta región se había incrementado un 16% en la campaña 2017/18, la primera en que ya no habrá límite de cuotas.
Medio y largo plazo
¿Pero qué sucederá a medio y largo plazo? Es imposible hacer previsiones y no tenemos la varita mágica para saberlo. Hay muchos factores que podrían incidir, pero se da por seguro que, al menos, el cultivo y su transformación industrial se mantendrá en las zonas que sepan combinar productividad, rentabilidad y competitividad comercial. Ante la falta de un precio mínimo garantizado, prevalecerá el precio mundial de este “commoditie” y que hasta él tendrá que converger el precio europeo del azúcar y, por ende, el que se pague por la remolacha, para poder acceder a los mercados mundiales (incluido el comunitario).
La UE podrá exportar más azúcar y derivados hacia países terceros, pero posiblemente deberá abrirse aún mucho más de lo que ya está para recibir también producto de esos orígenes. Es casi imposible saber cuál es el resultado de todo eso, porque dependerá de cómo evolucione también la demanda mundial y europea de azúcar y de cómo se ajuste el mercado con la oferta disponible, más abundante en la UE.
Al margen de lo que pueda hacer el sector remolachero-azucarero por sí mismo, mediante acuerdos interprofesionales de amplio recorrido, está claro que la Comisión Europea tendrá que continuar de alguna manera realizando una importante labor reguladora de apoyo, control y seguimiento de este sector ante el nuevo escenario, si no quiere que la dependencia exterior de la oferta de esta materia prima aumente, poniendo en riesgo la producción interna.
En este contexto, el Comité Económico y Social (CESE) aprobó recientemente un interesante dictamen de iniciativa sobre “Las transformaciones industriales en el sector de la industria del azúcar de remolacha de la UE” poco antes de la supresión de las cuotas en la producción de remolacha azucarera, que merece la pena reseñar.
Para José Manuel Roche Ramo, ponente del dictamen del CESE, el fin de las cuotas de producción de remolacha azucarera brindará a la industria azucarera de la UE la posibilidad de exportar azúcar de manera ilimitada. "Se trata, añade, de una enorme oportunidad para los productores europeos de azúcar pero, para beneficiarse plenamente de esta liberalización, necesitan todo el apoyo de la Comisión Europea y que ésta se muestre más activa".
Recomienda que, al negociar los acuerdos de libre comercio (ALC) con terceros países o bloques comerciales, la Comisión deberá centrarse en la apertura de los mercados de los importadores netos de azúcar y en la eliminación de los derechos de aduana a las exportaciones de los productos de la UE con alto contenido de azúcar. Y, a la vez, deberá respaldar unas sólidas normas de origen para esos productos, con el fin de garantizar que los productores de azúcar de la UE se benefician de un aumento de las exportaciones.
La PAC no puede permanecer al margen en este nuevo escenario. Para la co-ponente del dictamen del CESE, Estelle Brentnall, “la industria del azúcar de remolacha de la UE contribuye decisivamente a la creación de empleo y a la actividad económica, especialmente en aquellas zonas rurales donde los puestos de trabajo son escasos. Así pues, proponemos incluir herramientas de mercado en la PAC, que apoyen la continuidad de la producción de azúcar en los Estados miembros de la UE”.
En este sentido, podría ser necesaria una ayuda asociada (que ya existe en España, aunque puede que tenga que mejorarse) para reducir el riesgo de disminución o abandono del cultivo de remolacha azucarera, mientras que las ayudas directas a los agricultores deberán complementarse con un mejor acceso a la gestión de riesgos (seguro agrario en nuestro país). El dictamen del CESE considera también importante una mejor definición de la ayuda al almacenamiento privado, así como el fomento de salidas alternativas para la remolacha azucarera.
El CESE considera que, desde el punto de vista medioambiental, la producción de azúcar de remolacha es sostenible. Y da sus argumentos, la remolacha azucarera siempre se cultiva en rotación con otros cultivos. Y esta rotación contribuye a conservar la fertilidad del suelo y reducir los niveles de agentes patógenos y plagas en la tierra, lo que a su vez disminuye la necesidad de usar productos fitosanitarios.
Otro argumento válido desde el punto de vista de contribuir a frenar el cambio climático es que los productores de remolacha azucarera suelen estar situados muy cerca de las fábricas transformadoras, lo que incide en unos menores costes de transporte de la raíz y también resulta beneficioso en términos de emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera.
Más prudencia
En el plano comercial, el Consejo Económico y Social Europeo demanda a la UE prudencia en relación con la liberalización del comercio en los acuerdos con terceros países. Y recuerda que la disponibilidad en el mercado comunitario de azúcar de caña, destinado al refinado, que procede de los países socios con los que la UE mantiene acuerdos de libre comercio –a saber, América Central, Colombia, Perú, Ecuador y Sudáfrica– se eleva ya a 420 000 toneladas, poco menos del azúcar que podía producir hasta ahora nuestro país a partir de la remolacha.
Además, el azúcar blanco y en bruto procedente de los países de África, el Caribe y el Pacífico, así como de los países menos desarrollados (PMD), puede importarse con destino al mercado de la UE libre de derechos y de contingentes.
Por otra parte, la disponibilidad anual de azúcar en bruto destinado al refinado al amparo del contingente con derechos reducidos CXL asciende a más de 700.000 toneladas y se prevé que aumente hasta las 800.000 en el período 2017-2018.
Ante esta situación, el CESE recomienda cautela a la UE en lo que se refiere a la liberalización del comercio en las negociaciones de nuevos acuerdos de libre comercio (ALC), y señala que “la Comisión deberá abordar el azúcar como una cuestión delicada en sus negociaciones sobre libre comercio, manteniendo los derechos aduaneros de la UE sobre este producto”.
En particular, pide a la Comisión que se oponga a la imposición arbitraria de instrumentos de defensa comercial por parte de los importadores de terceros países y que se muestre más firme en la lucha contra las políticas de ayudas de los principales productores y exportadores de azúcar del mundo que distorsionan el comercio.
Contexto actual
Con una producción anual de unos 17,2 millones de toneladas, la Unión Europea es el primer productor mundial de azúcar de remolacha. Las empresas productoras de azúcar compran cada año alrededor de 107 Mt de remolacha azucarera a unos 137.000 cultivadores europeos.
Las fábricas de azúcar de remolacha suelen estar situadas en zonas rurales con bajos niveles de actividad industrial. La industria azucarera de la UE proporciona 28.000 puestos de trabajo directos y 150.000 indirectos, por lo que constituye un importante pilar del empleo regional.
Los principales países productores son Francia y Alemania, que hasta ahora contaban con una cuota de 3 millones de toneladas y 2,89 millones, respectivamente, y que se prevé que eleven su producción azucarera aún más, seguido de Polonia, con 1,4 millones. España es el octavo país productor de azúcar, con algo menos de 500.000 toneladas.
En el anterior proceso de reestructuración del sector azucarero en la UE, se dejaron de producir unos 5,77 millones de toneladas (5,23 millones de azúcar, 220.000 tm de isoglucosa y 320.000 tm de inulina). El abandono de la cuota española supuso el 9,97% del total comunitario (9,53% del abandono de azúcar y 34,91% del abandono de isoglucosa).
Debido a este proceso, tanto el cultivo de remolacha, como la industria azucarera europea experimentaron durante la última década una dolorosa fase de consolidación, con el cierre de casi la mitad de sus fábricas de azúcar, lo que provocó la pérdida de 4,5 millones de toneladas de capacidad productiva, más de 24.000 puestos de trabajo y de 165.000 cultivadores.
Situación en España
El valor de la producción de la remolacha azucarera, de poco más de 100 millones de euros, representa en España algo más del 0,3% de la Producción de la Rama Vegetal (PRV) y sobre el 0,205 de la Producción de la Rama Agraria (PRA).
El cultivo oscila entre las 32.000 y las 37.000 hectáreas, con una producción de entre 2,1 y 2,2 millones de toneladas de remolacha de recolección invernal-Zona Norte y entre 7.000 y 9.000 hectáreas, con una producción en torno a las 750.000 toneladas de remolacha de recolección estival-Zona Sur.
Castilla y León produce más del 86% de la producción de remolacha invernal, sobre todo en Valladolid, León, Salamanca, Palencia y Burgos. Andalucía tiene prácticamente la totalidad de la remolacha de recolección estival de España, sobre todo en las provincias de Sevilla y Cádiz.
Además, el País Vasco concentra toda su producción en la zona norte en la provincia de Álava con alrededor de 2.500 ha y unas 160.000-170.000 toneladas de remolacha de recolección invernal. La Rioja se acerca a las 1.500 ha y a las 120.000-130.000 tm de remolacha de recolección invernal y Navarra, con apenas 120 ha, produce otras 12.000-14.000 tm también de remolacha de cosecha de invierno.
La producción de azúcar española representa apenas en torno al 2,9%, con un porcentaje de cuota de producción del 3,7% del total comunitario. La superficie de remolacha en España supone solo el 3,5% de la superficie del total de la UE (1,5 millones de hectáreas).
Organización del sector productor
Hasta la campaña de comercialización 2016/17 (30 septiembre 2017) la producción de azúcar ha estado limitada por el establecimiento de cuotas a los Estados miembros de la UE. España tenía asignadas 498.480,2 toneladas de azúcar repartidas entre dos empresas, AB Azucarera Iberia, S.L con 378.480,2 tm y ACOR con 120.000 toneladas.
Desde la campaña 2009/10, la producción de azúcar de cuota se ha llevado a cabo en 5 fábricas molturadoras: 4 plantas en la Zona Norte (La Bañeza (León), Toro (Zamora) y Miranda (Burgos) –de Azucarera Iberia S. L.-, junto a la de Olmedo –de la Sociedad Cooperativa ACOR-) y una fábrica en la Zona Sur (la planta de Guadalete –de Azucarera Iberia S.L.-). Además, estas fábricas refinan azúcar bruto.
Tras la reconversión industrial, España aumentó fuertemente su dependencia exterior de azúcar y derivados para atender la demanda interna. Durante el pasado año, la exportación española de azúcar de caña o remolacha se elevó a 220.155 toneladas, con un aumento del 92,2% sobre el año anterior, por valor de 113,54 millones de euros, un 78,4% más que en 2015. Las ventas al exterior de los demás azúcares (lactosa, maltosa, glucosa y fructuosa) supusieron 82.025 tm (+6,9%) por valor de 51,28 millones de euros (+5,9%), y la de melaza de la extracción o refinado de azúcar de 3.789 tm (-2,7%) por valor de 750.000 euros (-20,4%).
Frente a estas ventas al exterior, la importación de azúcar de caña o remolacha se elevó en 2016 a 1.070.529 toneladas (+2,3%) por valor de 470,12 millones de euros (+5,9%); la de los demás azúcares (lactosa, maltosa, glucosa y fructuosa, a 103.017 tm (-12,7%) por valor de 81,91 millones de euros (-6,3%), y la de melaza de la extracción o refinado de azúcar a 194.865 toneladas (-3,8%) por valor de 26,12 millones de euros (-8,3%).