A escasas fechas de que se cumpla el aniversario desde el inicio de la crisis en el sector lácteo con el hundimiento de los precios provocado por los excedentes consecuencia de un incremento de la producción tras la eliminación de las cuotas, el descenso de la demanda frente a las previsiones de los grupos de expertos comunitarios y el cierre de las fronteras rusas, los ganaderos siguen sin ver una salida al problema. Lo más grave ya no es que no la vean los ganaderos, sino que tampoco la perciban los responsables comunitarios y los ministros de los países miembros. Cientos de millones en ayudas directas para compensar precios, docenas de millones para apoyar la demanda interior o las exportaciones, no han sido suficientes no solo para ver una salida a la crisis, sino que la misma se ha consolidado con precios permanentemente a la baja, más incluso en el resto de los países comunitarios que en España.
Bruselas prácticamente se ha confesado incapaz de adoptar más iniciativas para solventar el problema, mientras los ministros de Agricultura, Isabel García Tejerina incluida, reclamaban en el pasado consejo informal nuevas medidas pero sin señalar las mismas. Lo que no era presentable, y así lo han puesto de manifiesto con su falta de respuesta el sector y los diferentes gobiernos, es que la principal acción comunitaria para acabar con la crisis, al margen de las ayudas directas, haya sido la propuesta de abandono voluntario sin ayudas y dejando todo a expensa de cada país o ganadero.
La Comisión se ha dado un tiempo hasta el consejo del 27 de junio para poner sobre la mesa otras actuaciones que podrían pasar por nuevas ayudas directas. Pero no hay nada claro. Los grupos de expertos propios de la Comisión y los analistas externos que se forraron a la hora de hacer previsiones sobre un mercado sin cuotas, se equivocaron en sus números y, sobre todo, también se han quedado sin ideas para acabar con una crisis que no se puede achacar solamente a razones de los mercados externos, olvidando que los mercados se pueden regular también vía precios y otros mecanismos que han estado ahí muchos años y que se eliminaron por ser costosos para la arcas comunitarias.
En el conjunto de los países miembros, a pesar de la reducción de los precios, los ganaderos han seguido produciendo más leche, especialmente en los países del norte, con un incremento medio en el entorno del 7%, porcentaje similar al habido en España pasando de 6,5 a 7 millones de toneladas, aunque sea una cifra muy inferior a su demanda.
Hoy, a pesar de todas las medidas puestas en marcha, el precio medio en La UE apenas sí supera los 0,27 euros, un 11% menos que el habido en el mismo periodo un año antes. En el caso de España, los precios han seguido a su vez una línea de recortes desde una media de 0,31 euros kilo a algo menos de los 0,30 euros litro en abril.
Frente a la crisis, Bruselas puso en marcha inicialmente medidas para apoyar el consumo interno y apoyar también las ventas de leche y derivados en terceros países de las producciones excedentarias. Las ventas, según los datos manejados por Bruselas, han funcionado con un incremento en las mismas del 1,3%, muy especialmente hacia los países asiáticos y concretamente a China. Sin embargo, esas salidas no han sido suficientes y, por una mayor competitividad en costes, el mercado español se ha visto inundado de quesos blandos baratos, a menos de dos euros el kilo, que han elaborado las industrias excedentarias de otros países comunitarios.
Junto a esos mayores fondos para aumentar las exportaciones a terceros países, en esa búsqueda de una salida Bruselas ha hecho ampliaciones sucesivas de los volúmenes para la entrega de leche en polvo y mantequilla, duplicando las cantidades hasta 218.000 toneladas de leche en polvo, que se quieren ampliar ahora a 350.000 y 100.000 toneladas de mantequilla. Bruselas amplió las cantidades a retirar, pero no incrementó los precios de compra, por lo que el mercado de intervención ha funcionado pero no ha tenido los efectos que habrían sido necesarios y deseables para los precios en origen a la hora de comprar toda esa leche excedentaria al estar congelados desde hace varios años los precios de las compras en intervención.
Hablando de rentas, Bruselas puso en los últimos meses sobre la mesa un volumen de 420 millones de euros para compensar directamente a los ganaderos por los bajos precios percibidos, cantidad de la que 25 millones fueron para España, cifra a la que la Administración central añadió otros 20 millones para pagar preferentemente a las explotaciones que hubieran vendido su leche a los precios más bajos. Esta medida fue bien recibida por el sector, pero existía ya el convencimiento de que la misma tampoco iba a servir para nada si el objetivo era cambiar las condiciones de los mercados, al margen de compensar a los ganaderos.
Ante la evidencia de la falta de una salida a la crisis, en los últimos meses Bruselas planteaba como el mejor instrumento la posibilidad de que los países miembros llevaran a cabo de forma voluntaria un ajuste en sus producciones con abandonos temporales. Era una medida de difícil cumplimiento, de una más que dudosa eficacia en cuanto la misma se limitaba a plantear un ajuste de producción, sin especificar el volumen para cada territorio, sin ningún criterio y sin ninguna ayuda comunitaria, dejando libertad a los países compensar la misma en base a las ayudas de minimis. En España no se rechazaba la propuesta, pero siempre que la misma, aunque fuera voluntaria, no se aplicara con unos determinados criterios objetivos en todos los países miembros y que se ligara a los incrementos de producción habidos en cada territorio y la relación entre producción y cuota.
En España, la interprofesional de la leche analizó la idea y se limitó a señalar que ese ajuste no era de su competencia por no tener ninguna capacidad para este tipo de actuaciones. Agricultura advirtió que no había un euro para su ejecución y las comunidades autónomas, como casi siempre, guardaron silencio. Consecuencia de ello, la medida no pasó de una propuesta comunitaria a la desesperada.
En este recorrido de iniciativas para acabar con la crisis láctea cabe señalar la última sugerencia del COPA-COGECA, organismos donde se hallan representadas todas las organizaciones de los países miembros, donde la salida pasaría por el sacrificio en el conjunto de los países miembros de 500.000 vacas para retirar entre el 1% y el 2% de la producción y de las que casi 39.000 corresponderían a España. La aplicación de la misma supondría, según los datos de esas dos instituciones, una ayuda por animal de 1.380 euros, que sumaría unos 700 millones de euros que debería aportar la Comisión, cifra hoy difícil de lograr en este contexto, con otras crisis abiertas como la de los refugiados. Para acabar con el problema, Bruselas tampoco estará dispuesta a utilizar, y así se los han pedido los ministros, los 430 millones del fondo de crisis cuando hay más sectores con problemas.
En conclusión, el sector de la leche, además de fondos, busca ideas.