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Euroganadería

La peste porcina africana en Europa

Jaime Bosch, Ana de la Torre, Carmina Gallardo, María Luisa Arias, María Jesús Muñoz y Víctor Briones. INIA-CISA.

La peste porcina africana (PPA) es una enfermedad hemorrágica de origen vírico, altamente contagiosa, que afecta a los suidos, cuenta con una epidemiología y ecología muy intricadas y en la actualidad  es la de mayor importancia, tanto a nivel sanitario como socioeconómico, de entre todas las que pueden afectar a la industria porcina mundial. El agente causal de la PPA es un virus ADN de gran tamaño y estructura compleja, perteneciente a la familia Asfarviridae, que causa infecciones generalmente agudas o subagudas pero que puede también generar infecciones persistentes por meses o años en los animales supervivientes. La Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) la incluye en la lista de enfermedades de declaración obligatoria debido al impacto devastador que genera en los países a los que afecta, por la elevada tasa de mortalidad en cerdos, las restricciones que genera en el comercio internacional de animales y de productos de origen porcino, su tendencia a la rápida difusión internacional y a la ausencia de tratamiento o vacuna eficaces. Es precisamente esta falta de vacuna eficaz lo que obliga a basar su control en la detección temprana y la aplicación de estrictas medidas sanitarias y de bioseguridad.

En España, la PPA es bien conocida, ya que estuvo presente en nuestro país durante treinta y cinco años, desde 1960 hasta 1995. Fue precisamente la lucha contra la PPA la que aceleró la reorganización del sector porcino hacia explotaciones de tipo intensivo industrial con el fin de poder combatirla de forma más efectiva.

Esta enfermedad afecta exclusivamente a suidos domésticos y silvestres. Todos los grupos de edad de cerdo doméstico y jabalí son igualmente susceptibles y presentan síntomas clínicos de la enfermedad. Sin embargo, los suidos silvestres africanos (como el facóquero común Phacochoerus africanus) son infectados pero no presentan signos clínicos, siendo resistentes a la enfermedad y actuando como portadores asintomáticos del virus.

El carácter patógeno del virus abarca desde cepas de alta virulencia, hasta cepas de menor virulencia e incluso de baja patogenicidad, que aparecen en regiones donde la enfermedad está bien establecida, tras la circulación del virus durante meses o años entre las poblaciones susceptibles. Esta situación es, en ocasiones, difícil de diagnosticar.

Los animales infectados muestran una amplia variedad de formas clínicas (hiperaguda, aguda, subaguda y crónica) dependiendo de la virulencia del virus y el estatus inmunológico del hospedador. Las formas agudas son predominantes en el comienzo de los brotes en zonas libres de la enfermedad, donde causan altas tasas de mortalidad de hasta el 95-100%. Una vez establecida, la enfermedad progresa hacia formas clínicas agudas y subagudas que se mantienen en el tiempo. No obstante, otras formas clínicas (crónica y subclínica o inaparente) suelen aparecer a posteriori como evolución de la enfermedad: los animales supervivientes a cuadros agudos y subagudos, aún portadores del virus, pueden recuperarse y sufrir reinfecciones del virus circulante en las regiones endémicas. Estos animales recuperados poseen gran importancia desde el punto de vista epidemiológico ya que pueden mantener y diseminar el virus entre la población susceptible (Sánchez-Vizcaíno et al., 2012).

La epidemiología y la ecología de la PPA es muy compleja y varía significativamente entre países, regiones y continentes, ya que depende de la presencia de los distintos hospedadores, domésticos y  silvestres, y de sus situaciones inmunológicas, de la presencia de animales recuperados de la infección (portadores), de la presencia del vector biológico (garrapatas del género Ornithodoros), de las condiciones ambientales, de las características de patogenicidad de los virus circulantes (mayor o menor virulencia), de la estructura del sector porcino y del comportamiento social humano (Gallardo et al., 2015). Además, dependiendo del área geográfica, los hospedadores no siempre juegan el mismo papel activo en la dispersión y el mantenimiento de la PPA.

La PPA en Europa

En la actualidad, la PPA es endémica en la mayoría de los países del África subsahariana y en Cerdeña (Italia), y desde 2007 en distintos países del este de Europa como consecuencia de la entrada y posterior propagación del virus en Georgia a través de desechos de barcos procedentes del Este de África (Figura 1). Desde entonces la PPA se ha propagado rápidamente por Europa del Norte y Este llegando a cubrir casi 3.000 km en tan sólo 10 años y afectando hasta la fecha a 11 países (Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Federación de Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Letonia, Lituania, Estonia, Polonia y, recientemente, Moldavia (Octubre 2016)).

A principios de 2014, la región oriental de la UE se vio afectada tras la aparición de casos aislados de PPA en jabalíes en el este de Lituania y en el noroeste de Polonia. Todos ellos estaban situados a escasa distancia de la frontera con Bielorrusia. Durante los meses posteriores la frecuencia de notificaciones en jabalíes aumentó considerablemente. El 75% de ellos ocurrieron en un radio de unos 10 km desde la frontera hacia el interior de la UE (EFSA, 2015), por lo que se sospechó de la existencia de una introducción múltiple y continua (Bosch et al., 2016). Los datos moleculares, junto con los hallazgos epidemiológicos, demostraron que la introducción del virus tuvo su origen en el movimiento de jabalíes infectados a través de las zonas forestales existentes entre Bielorrusia y los países de la UE (Gallardo et al., 2014).

A lo largo de 2014, la PPA continuó su expansión geográfica en la región oriental de la UE, incluyendo a Letonia y Estonia entre los países afectados. Más del 95% de los casos de PPA se notificaron en jabalíes y una minoría en cerdos domésticos, ocurriendo la mayoría de los brotes en granjas de baja bioseguridad localizadas en ciertos parajes naturales (EFSA, 2015) que constituyen los hábitats por excelencia del jabalí.

Figura 1: Notificaciones de PPA en cerdo doméstico y jabalí en el mundo desde 2005 hasta el 1 de septiembre de 2016. Fuente OIE, 2016.

Lejos de disminuir, la situación en 2015 y 2016 se sigue complicando como demuestra el continuo incremento en la aparición de notificaciones, fundamentalmente asociado al periodo estival. Hasta la fecha, se han notificado más de 2.000 casos en jabalí y más de 100 brotes en cerdo doméstico (OIE, 2016). Todos los brotes ocurridos en granjas han sido erradicados rápidamente. Sin embargo, hechos como los ocurridos en Polonia en verano de 2016, donde se han notificado 16 nuevos casos en explotaciones porcinas localizadas fuera de la zona previamente afectada, indican que la PPA sigue representando una seria amenaza para el sector porcino.

Actualmente, la transmisión de la PPA en Europa se mantiene bajo diferentes escenarios epidemiológicos, uno localizado en el Este de Europa (Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Federación de Rusia, Bielorrusia y Ucrania) y el otro localizado en la zona Norte de la UE (Estonia, Letonia, Lituania y Polonia). En el escenario de Europa del Este, particularmente en Rusia, el cerdo doméstico es el factor clave en la transmisión de la PPA (Gogin et al., 2013; Vergne et al., 2015) tanto a otros cerdos domésticos como al jabalí, siendo responsable de más del 60% de las notificaciones. El jabalí también puede mantener la infectividad y la circulación del virus, aunque en menor medida, favoreciendo la transmisión local en la población de jabalíes y una posible reinfección a cerdos de traspatio (Iglesias et al., 2015; Bosch et al., 2016). Este patrón se ve reflejado en la ocurrencia de las notificaciones en términos de uso de la tierra y paisaje. El 61% de ellas se localizan en áreas agrícolas, en zonas de mosaico agroforestal y en zonas de monocultivos situadas a 2 km de las áreas naturales boscosas. Estas zonas representan el entorno habitual donde se ubican las actividades agroganaderas y por tanto, las explotaciones porcinas. Desde un punto de vista biológico, estas coberturas ofrecen a lo largo del año gran variedad de recursos temporales al jabalí, tanto para su forrajeo como para su refugio, por lo que son zonas que favorecen un contacto directo o indirecto entre ambos hospedadores, permitiendo la recirculación del virus.

En el escenario de la UE, el papel más activo lo está jugando el jabalí, responsable del 95% de las notificaciones, al estar involucrado en la introducción múltiple de la enfermedad, así como en su dispersión a nivel local dentro de los países afectados. El mayor número de notificaciones de PPA se localizan en áreas naturales (73%), hábitat más adecuado para esta especie y donde pueden mantenerse poblaciones estables a lo largo de todo el año; sobre todo en los bosques de frondosas (caducifolios de hoja ancha) y bosques mixtos de frondosas y coníferas (de hoja acicular). La ocurrencia de la PPA, en un menor grado, también se ha localizado en las áreas agrícolas. En estas zonas se localizan la mayor parte de los brotes en cerdo doméstico, fundamentalmente en zonas de monocultivos situadas a 2 km de las áreas naturales, lo que pone de manifiesto de nuevo la importancia de estas zonas buffer o tampón como área de conexión entre los dos hospedadores y como zona de riesgo en la trasmisión del virus.

Ambos escenarios también muestras diferencias en cuanto a las características clínicas de la peste porcina africana. Al inicio de la epidemia, los brotes estaban  asociados a cepas de alta virulencia y elevada letalidad (90-100%), usualmente con periodos de incubación de 4 a 5 días y cursos clínicos hiperagudos y agudos, con progresión fatal entre los 4 y 9 días desde el inicio de la infección. Sin embargo en los países del Este de Europa, particularmente en jabalíes de Rusia, se han detectado cepas de menor virulencia, que causan cuadros agudos y subagudos, con menor letalidad y, sobretodo, con la presencia de animales que sobreviven. Estos animales permanecen vivos e infectados, excretando virus al medio ambiente, por un periodo no menor a un mes, y en ocasiones se recuperan clínicamente pero no desde un punto de vista virológico, pudiendo actuar a continuación como portadores inaparentes del virus, debido a una infección persistente. Estas formas subagudas de la enfermedad se han comenzado a detectar también  en jabalíes de algunas áreas específicas de los países afectados de la UE.

Tras más de dos años de lucha frente a la PPA en la UE, podemos decir que, a pesar de los esfuerzos y las medidas de control llevadas a cabo, la enfermedad continúa siendo una gran amenaza. El avance de la enfermedad ha supuesto la conquista continua de nuevos territorios (Figura 2) y ha incrementado el riesgo de aparición de portadores inaparentes, hecho que dificulta enormemente la capacidad de detección y lucha.

Debe preocuparnos, por tanto, el riesgo de que la enfermedad pueda propagarse desde las zonas ya afectadas de la UE o desde las zonas endémicas extracomunitarias hacia el interior de la UE. De hecho, los nuevos brotes ocurridos en Ucrania durante los meses de verano de 2016 y muy recientemente en Moldavia (OIE, 2016) suponen una grave amenaza para los países fronterizos libres de la enfermedad. Es fundamental que las autoridades de Sanidad Animal de estos países adviertan tanto a los cazadores de jabalíes como a los criadores de cerdos del elevado riesgo existente, incrementando y focalizando las actuaciones para detectar rápidamente la enfermedad y acometer un control efectivo en el caso que se produzca la introducción. Si no se aúnan esfuerzos y se emplean medidas sanitarias efectivas, la enfermedad podría incluso llegar a afectar a zonas de alta producción porcina y generar pérdidas económicas ingentes.

Figura 2: Notificaciones de PPA en cerdo doméstico y jabalí desde enero de 2007 hasta el 4 de octubre  de 2016 en países del Este de la UE y el Este de Europa. Fuente OIE, 2016.

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