Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
La producción comunitaria y el autoabastecimiento de proteínas vegetales para alimentación animal es uno de los temas recurrentes que, de vez en cuando y pasado un tiempo, vuelve a la actualidad para suscitar cierto interés informativo.
La pasada semana, la Comisión Europea publicó sus previsiones de abastecimiento de alimentos proteicos para el ganado en la campaña 2023/24 en la Unión Europea a 27, a la vez que un nuevo estudio sobre las “Oportunidades y limitaciones para diversificar las fuentes de proteínas”, en la que intenta explicar las razones de por qué la UE sigue siendo muy dependiente de algunas proteínas vegetales, principalmente de la soja, y presenta algunas recomendaciones, bastante vagas y ya conocidas, para rebajar esa necesidad del exterior.
En lo que se refiere al informe provisional de la campaña 2023/24 (Balance de proteínas alimentarias de la UE), la principal conclusión es que el nivel de autosuficiencia (es decir, lo que produce internamente la propia UE) se quedará en un 76% de la demanda total de estos productos, un punto porcentual inferior al de la campaña anterior.
O, de otro modo, que la UE es dependiente y tiene que importar casi un 25% de sus necesidades de proteína para alimentar a su cabaña ganadera, lo que es un riesgo cuando las circunstancias de los mercados, como se ha visto con la guerra en Ucrania, son inciertas o de elevada volatilidad.
En la campaña que terminará el próximo 30 de junio, la CE estima un consumo total de alimentos para el ganado, teniendo en cuenta su contenido en proteína bruta, de 71 millones de toneladas, un millón menos que en 2022/23. De este volumen, unos 54 millones son de producción comunitaria (76%) y los restantes 22 millones (24%) importada.
No obstante, la dependencia de la proteína foránea es variable, en función de la materia prima de que se trate. La fibra utilizada en alimentación animal, que incluye hierba, maíz forrajero, leguminosas forrajeras y forrajes desecados, es 100% comunitaria y representa el 41% de todo lo que consume la ganadería de la UE.
En cereales, un 86% de lo destinado a consumo animal es de origen comunitario y representa el 21% de todas las materias primas proteicas; en leguminosas baja hasta el 78% y en el de oleaginosas utilizadas sin molturar alcanza también el 100%. Tanto en leguminosa como en oleaginosas no molidas el porcentaje que va a alimentación animal es bajo respecto al total, con apenas un 1%, respectivamente.
En cambio, en el caso de los denominados coproductos, que representan el 33,6% del consumo total de productos vegetales proteicos, medido en porcentaje de proteína cruda, el grado de autoabastecimiento comunitario es mucho más reducido. De los 79 millones de toneladas destinados al uso alimentario de los animales en la campaña actual 2023/24, apenas 43,3 millones (54,6% del total) son de origen UE. Si se considera el volumen por su contenido en proteína bruta, de los 23,84 millones de toneladas consumidos, apenas 9,33 millones (39,1% del total) son de origen comunitario.
Por tipos de coproductos, la situación del consumo es muy dispar. De harinas oleaginosas, la CE prevé un consumo de 49 millones de toneladas (61,8% del total de coproductos y 27% del consumo total de proteína cruda), de las cuales apenas 14,9 millones (30,4%) son de origen UE.
En harina de soja, la dependencia de la oferta exterior es mucho mayor, pues de los 25,8 millones de toneladas (32,5% del total de coproductos) consumidos, apenas 1,1 millones (4,3% del total de la harina de soja consumida) es de origen comunitario. Este coproducto representa el 17% del consumo total de productos proteicos para alimentación animal, medido en proteína cruda, con solo un 4% de origen UE.
En harina de colza, el consumo previsto en 2023/24 alcanzaría 13,9 millones de toneladas ( 17,5% del total de coproductos o un 6% medido en proteína cruda ), de los cuales 10 millones (casi 72% del total, medida en nivel de proteína cruda) son de origen comunitario, representando un 6,5% del consumo total de proteína cruda, y en harina de girasol estaríamos en 6,9 millones de toneladas (8,7% del total de coproductos), de los cuales 3,7 millones (53% del total de proteína cruda) son de origen UE.
De otros coproductos diversos (salvado de trigo, residuos de cervecería o pulpa de remolacha o cítricos) se consumen 30,3 millones de toneladas (6% del consumo total de productos con proteína), con 28,5 millones (93%) de origen comunitario, a lo que se sumarían otros 8,3 millones de toneladas de otras fuentes de proteína (proteínas animales procesadas o PAT, harina de pescado, leche en polvo desnatada y suero en polvo), con un 93% de origen UE.
Competitividad
De acuerdo con estudio publicado por la Comisión Europa sobre “Oportunidades y limitaciones para diversificar las fuentes de proteínas”, la elección de las proteínas alimentarias para la producción de piensos para el ganado continúa dependiendo de varios factores, pero sobre todo de la competitividad como factor principal, es decir, de razones económicas como el precio que cuesta producir en la UE estas materias primas vegetales, ricas en proteína, en comparación con el de otros productos importados.
La rentabilidad y una estabilidad en las cadenas de valor son fundamentales para el desarrollo de la producción de proteínas en la UE, por lo que reducir la dependencia de las importaciones de piensos puede contribuir a la “autonomía estratégica” y a garantizar un sistema alimentario más resiliente y autónomo en la UE, mejorando a la vez la sostenibilidad.
La dependencia de la UE de las importaciones de productos proteicos se justifica principalmente por razones de tipo climático y estructural. Factores como la dimensión media de las explotaciones agrícolas, de la tierra agrícola disponible en el continente, la competitividad de los diferentes cultivos y, en general, del uso del suelo, así como por un clima menos favorable para determinados cultivos oleaginosos, como la soja, inciden en mayor o medida, pero directamente, en la actual dependencia del exterior de algunas de las materias primas vegetales con proteína.
A pesar de ello, la Comisión se muestra moderadamente optimista, al prever un aumento paulatino de la producción de plantas ricas en proteínas (semillas oleaginosas y leguminosas secas) en la UE. En la campaña actual se espera que alcance los 7,2 millones de toneladas de proteína cruda, lo que representa un crecimiento significativo del 28% en los últimos 15 años, en una superficie cultivada que ha pasado de 4,2 millones de hectáreas en 2022 a los 6,4 millones un año después, con previsión de que llegue a los 7,1 millones en 2027.
Bruselas considera que a esta mejoría han contribuido las recomendaciones sobre el desarrollo de las proteínas vegetales en la UE del año 2018, con medidas de apoyo concretas incluidas en la reforma de la Política Agraria Común (PAC), principalmente en los planes estratégicos de 20 Estados miembros, y el apoyo indirecto de las prácticas en beneficio del clima y el medio ambiente (ecorregímenes) a la producción de leguminosas. También cita las inversiones en investigación e innovación que se vienen realizando en el ámbito de las proteaginosas y en los sistemas de alimentación en el marco de Horizonte Europa y en la Asociación Europea para la Innovación en Agricultura (AEIA).
La Comisión Europea, no obstante, observa que aún puede hacerse mucho más tanto a nivel nacional como de la UE, apoyando económicamente a los agricultores para que se decidan a producir más proteínas vegetales.
Opciones y acciones
El estudio publicado por la CE, que ha sido realizado por un consorcio de investigación externo, analiza de manera exhaustiva los factores que guían las elecciones de los agricultores y de otros actores de la cadena alimentaria, así como las opciones que podrían aplicarse para apoyar más la producción de proteínas en la Unión Europea.
A los factores anteriormente indicados, se suman otros que influyen en las decisiones de los agricultores, como los acuerdos contractuales con las cadenas de suministro, los requisitos legislativos relacionados con tipos específicos de agricultura, como la ecológica, y las prácticas agrícolas de larga duración con la que están familiarizados. Por ejemplo, en lo que se refiere a la suficiente disponibilidad y adecuación de tierras para los cultivos proteicos, el estudio muestra que “reemplazar el 50% de las importaciones equivalentes de soja significaría intercambiar nada menos que 6,6 millones de hectáreas de otros cultivos.”
A medio y largo plazo, las posibles opciones para reducir la dependencia de las importaciones de materias primas proteicas pasan por combinar diferentes palancas y alternativas que, en todo caso, deben ser competitivas, estar disponibles durante un periodo de tiempo más largo, satisfacer las necesidades nutricionales del sector ganadero y tener un precio razonable.
En concreto, como líneas de acción, los responsables del estudio sugieren aumentar la proporción de proteínas forrajeras en la dieta de los rumiantes; apoyar la investigación público-privada para seleccionar las variedades más eficientes que mejoren los rendimientos; aprovechar mejor el valor nutricional de las materias primas, y financiar la formación en este ámbito de los agricultores.
El estudio recomienda también medidas de acción política, como aumentar temporalmente el apoyo de las ayudas asociadas de la PAC para los cultivos de proteaginosas vegetales, sin contravenir las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), así como una orientación de los programas operativos de la PAC y de los fondos de Desarrollo Rural para ayudar más a los agricultores y a las cadenas de valor a invertir en alternativas de desarrollo de este tipo de producciones.
En este punto, considera necesarias medidas sistemáticas para un apoyo sistemático mayor a los cultivos de proteínas vegetales en sus planes estratégicos de la PAC, que se complementarían a nivel comunitario, o incluso establecer planes nacionales de proteínas.