Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
El Ministerio de Agricultura dio a conocer la pasada semana la segunda estimación de las Cuentas Económicas de la Agricultura (CEA) de 2023, con una previsión de incremento interanual de la Renta Agraria del 12,8% en términos corrientes, situándola en una cifra récord de 32.433,4 millones de euros, con un aumento de 3.686,5 millones respecto al ejercicio anterior.
La Renta Agraria real (deflactada), es decir, a precios constantes una vez aplicada la inflación del sector, se incrementó un 12,4%, hasta 16.466 euros por Unidad de Trabajo Agrario (UTA), que mide la ocupación de una persona a tiempo completo en un año. Es también un récord, ya que supera el registro de 2016 (16.224,5 €/UTA), mientras que la Renta Agraria a precios corrientes por UTA repuntó un 18,3%, con un récord de 39.989,9 euros/UTA, teniendo en cuenta que el número de UTAs bajó un 4,6%, quedando en 811.000.
El valor bruto de la Producción Agraria, a precios básicos, aumentó un 4%, marcando un récord de 65.513,4 millones de euros. Una subida que se logró principalmente por el incremento de los precios de los productos en un 13,1%, a pesar del descenso de los volúmenes producidos, que bajaron en un 8%.
El valor bruto de la Producción Vegetal bajó un 2,2%, hasta 36.196,2 millones de euros, como consecuencia de la disminución de las cantidades producidas en un 12,2%. Un recorte que fue compensada en parte por el aumento del 11,3% de los precios percibidos por los productores. Hay que destacar, no obstante, que la evolución por sectores fue bastante dispar, con una fuerte contracción del valor bruto en cereales (-51,9%), plantas industriales (remolacha, tabaco, algodón, oleaginosas, proteaginosas, leguminosas grano), con un 16,2% menos; vino y mosto (-16,4%), aceite de oliva de la campaña 2022/23 (-29,6%), etc., frente a aumentos en plantas forrajeras (+30,7%), hortalizas (+8,8%) y patata (+21,3%).
Por el contrario, el valor bruto de la Producción Animal aumentó un 13,3%, hasta alcanzar los 27.657,7 millones de euros, debido al incremento de los precios (+15,9%), frente a un volumen que experimentó un descenso del 2,2% respecto a 2022. En carnes y ganado destacan los aumentos de valor en porcino (+15%), equino (+12,3%), aves (+6,5%) y bovino (+3,8%), en productos animales los incrementos de los huevos (+30,9%) y leche (+21,7%). Entre los descensos, ovino y caprino (-5,8%), conejos (-1,2%).
Los consumos intermedios, por su parte, registraron un descenso en valor del 4,3% sobre un año antes, bajando hasta 32.268,9 millones de euros, debido a la disminución del 5,6% de los precios pagados, mientras que las cantidades utilizadas se incrementaron en un 1%
El sector agrario percibió en 2023 unos 7.134 millones de euros en distintas subvenciones que se incorporaron a la Renta Agraria, incluyendo 867,7 millones de euros de “subvenciones a los productos”, que se incorporan directamente al valor bruto de la producción agraria, junto con otros 6.266,5 millones de euros de “otras subvenciones”, principalmente de ayudas de la PAC, pero también, como aclara el MAPA, las ayudas excepcionales por valor global de 780 millones de euros, concedidas a la agricultura y la ganadera en respuesta a la sequía y la crisis motivada por la guerra de Ucrania.
Hasta aquí los principales datos estadísticos macroeconómicos de la revisión al alza de la Renta Agraria de 2023, con récords incluidos, que ha causado bastante estupor en un sector que fue muy castigado durante el pasado año por la fuerte sequía, por la consiguiente escasa o nula disponibilidad de agua para los cultivos de regadío y por una reducción en muchos casos de las cosechas o de las producciones, sin que ello fuera compensado totalmente vía precios.
¿Datos irreales?
Son muchos los que consideran estos datos como irreales, pero el MAPA ya avisa que el incremento de la Renta Agraria se debe al efecto combinado de un aumento del valor bruto de la producción agraria, sobre todo ganadera, y a un descenso en el valor de los consumos intermedios (coste de los insumos o medios de producción, incluidos servicios). Y, a nivel de metodología aplicada, se basan en el “Sistema Integrado Europeo de Cuentas Nacionales y Regionales” (SEC-2020), regulado por el Reglamento 138/2004 sobre Cuentas Económicas de la Agricultura de la comunidad, dentro del marco general del Reglamento 549/2013, según lo requerido por la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat).
De cualquier forma, es difícilmente entendible y casi imposible de “vender” informaciones de este calibre a la sociedad, cuando aún colean las recientes manifestaciones, protestas y tractoradas en ciudades y carreteras de los agricultores y ganaderos españoles y europeos por la mala situación y la pérdida de rentabilidad y de activos del sector agrario. ¿Si fuera cierta esa importante mejora de la Renta Agraria, por qué se ha manifestado todo el sector agrario? ¿Acaso se trata de un engaño por parte del Gobierno a la opinión pública o quienes estarían engañando a los ciudadanos serían los propios agricultores y ganaderos?
Pues creemos que ni una cosa, ni la otra. La estadística es real, pero la realidad luego es muy particular. Si tenemos cuatro peras y dos personas para comérselas y la realidad es que una sola se come las cuatro, la estadística lo que te dice es que cada persona se ha comido un par de peras, que es justamente la media, pero ese dato, aun siendo matemáticamente cierto, no tiene nada que ver con la realidad. Lo mismo sucede con las Cuentas Económicas de la Agricultura.
Un ejemplo muy claro, lo tenemos en el aceite de oliva de la anterior campaña 2022/23. La estadística te dice que la baja producción (-58,6% según el CEA, poco más de 665.000 toneladas) no ha sido compensada por el fuerte incremento (+70,1%) del precio, ya que el resultado en valor bruto de esta producción se redujo un 29,6%, hasta 2.494,7 millones de euros, es decir, en cerca de 1.050 millones respecto a la campaña anterior. ¿Significa esto que cada olivarero perdió la parte que le corresponde del global? Claramente no.
Mientras que fueron muchos los que no ganaron e incluso perdieron ingresos y rentabilidad, debido a tener su explotación en secano, en zonas de montaña con bajo rendimiento, o con una estructura de costes aún bastante elevada, hubo otros, posiblemente los menos, con explotaciones más dimensionadas, intensivas en uso de maquinaria y con fortuna de disponer de agua para regadío que no solo tuvieron mejores cosechas, sino que además se beneficiaron como nunca de los precios récord del aceite de oliva. E incluso hubo quienes desviaron parte de su producción de aceituna de mesa, con aptitud grasa aceptable, a molienda para producir aceite de oliva, puesto que le era mucho más rentable en tales circunstancias.
Las interpretaciones, al ver estos datos macroeconómicos, como que los agricultores han tenido más ingresos y han ganado más que nunca, o que esas cifras son incompatibles con la propia y difícil realidad socioeconómica que está viviendo el propio sector, son (o, al menos, lo parecen) bastante simplistas.
Lo más seguro es que a la mayoría no le haya ido bien o incluso le haya ido rematadamente mal en 2023 (de ahí que las manifestaciones o protestas del sector agrario estén más que justificadas), pero esto no quiere decir que a algunos les haya ido incluso mejor que en años anteriores. Y en esta última categoría, quizás, podría estar un tipo de explotaciones, con una estructura bien dimensionada y tecnificada, con una gestión empresarial profesionalizada y con unos buenos y suficientes medios técnicos y humanos.
A la mayoría de los productores de cereales, poniendo otro ejemplo y viendo los datos macroeconómicos, por descontado que no les fue nada bien en la anterior campaña. Vieron bajar sus cosechas de forma muy acusada por la sequía, al producir apenas 10 millones de toneladas (-34,8% de media según el CEA), pero es que, además, los precios bajaron considerablemente (-26,2% de media), debido a que las producciones mundiales de grano estuvieron en niveles récord y las reservas eran abundantes. El resultado fue que el valor bruto de producción a precios corrientes se redujo en más de la mitad (-51,9%) que, en 2022, cayendo hasta apenas 2.959,3 millones de euros, es decir, dejaron de facturar por valor de casi 3.200 millones de euros con respecto al año anterior.
Menos gasto en insumos
Podría decirse, sí, pero también se gastaron menos en medios de producción (consumos intermedios), al bajar sus precios. Lo cual es relativamente cierto, pero no es verdad del todo. En global, se gastó un poco más cantidad (+1,4%), los precios bajaron (-5,6%) y el valor de lo gastado fue inferior (-4,3%). En energía y lubricantes (-0,1% en cantidad, -30,8% en precio y -30,9% en gasto o valor, hasta 2.484 millones de euros); en fertilizantes y enmiendas (+3,8% en cantidad, -29,8% en precio y -27,1% en gasto, hasta 2.099,4 millones de euros), en piensos (+0,7% en cantidad, -2,1% en precio y sin cambios en gasto, hasta 18.069,5 millones de euros), en fitosanitarios (+7,5% en cantidad, +1,4% en precio y +9,1% en gasto).
Por supuesto, esto fue un pequeño alivio para los agricultores y ganaderos, pero ¿fue suficiente? Claramente, no. Y eso porque 2022 marcó un récord (33.723,1 millones de euros) en gasto en consumos intermedios. La diferencia entre un ejercicio y otro, de apenas 1.454 millones de euros contribuyó en algo, pero bastante poco, a mejorar la situación de las cuentas de los agricultores y ganaderos. Pagaron algo menos, pero los costes de producción han continuado siendo demasiado elevados. Basta anotar que en 2018 el gasto en insumos fue de 23.401,5 millones de euros; un año después, de 23.844,5 millones; en 2020, de 23.945,8 millones, y en 2021, de 27.015,5 millones, este último año muy afectado ya por la inflación energética y de materias primas que trajo consigo el inicio de la guerra en Ucrania a finales de febrero.
Un último factor a tener en cuenta, en lo que se refiere a la Renta Agraria por UTA o ocupado en el sector agrario a tiempo completo en un año, es precisamente el descenso de los ocupados, que hace que la “tarta” de la renta agraria total se reparta entre menos comensales y que, por tanto, toque más a cada uno de ellos.
A precios corrientes, esta renta se ha incrementado mucho más (+18,3%) que la Renta Agraria total (+12,8%), debido precisamente a que el número de UTAs marcó un mínimo histórico de 811.000 UTAs y se redujo un 4,6% y en 39.300 UTAs (datos de la Encuesta de Población Activa del INE) respecto a 2022 (850.300 UTAs), tras la subida (a 905.400 UTAs) de un año antes. En términos constantes, tras descontar un deflactor del PIB sectorial del 5,25%, la renta real por ocupado subió porcentualmente un poco menos (+12,4%) que la Renta Agraria total, pero aún así logró un máximo histórico de 16.466 euros/UTA.
Con todas las variables citadas (y algunas otras que han podido quedar sin explicar), que han ponderado la subida récord de la Renta Agraria de 2023, a pesar de la compleja y difícil coyuntura del campo español en el pasado año, es posible entender un poco mejor el porqué suceden este tipo de controversias entre la realidad y la estadística y medición de datos. Al final es, como dice uno de los versos de Ramón de Campoamor, incluidos en su poema de 1846 “Las dos linternas”: “Y es que en el mundo traidor/nada hay verdad ni mentira;/ todo es según el color/del cristal con que se mira”. Pues eso.