Euroganadería

'Más allá de su expresión genética, es esencial garantizar la calidad de las semillas'

Pregunta.- La Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove) inició su andadura en el año 2007 y, desde entonces, representa en España al sector de la obtención vegetal. ¿Qué papel juega la semilla como motor de la innovación y desarrollo de la agricultura?

Elenea Sáenz.- Anove es la asociación que agrupa a empresas y centros públicos que investigan para obtener nuevas variedades vegetales de semillas y plantas. A día de hoy Anove agrupa a 57 entidades de sectores diversos como los cultivos extensivos y hortícolas, los frutos rojos y frutales.

La semilla es el inicio de la cadena de valor. Es el primer (y esencial) eslabón de la cadena. En ella se acumula un gran esfuerzo inversor en I+D+i, realizado por los obtentores, dirigido a resolver desde las necesidades de los agricultores hasta las expectativas de los consumidores.

Obtener una nueva variedad supone entre 10 y 12 de trabajo y una inversión media de entre 1 y 1,5 millones de euros. Actualmente en la UE existen más de 45.000 variedades registradas y cada año se registran en torno a 2.500 nuevas, lo que refleja el esfuerzo y la vitalidad de esta industria.

P.- En este sentido, ¿Qué aspectos se pueden mejorar mediante la mejora genética?

E.S.- Al estar en el inicio de la cadena, su impacto se puede trasladar a todos los eslabones, y cada variedad debe ser obtenida pensando en las soluciones que aporta en cada uno de ellos.

En este intervalo hay que incluir la resistencia a las plagas y enfermedades, facilitar el manejo del cultivo, mejorar las características del producto para su transformación industrial, facilitar el transporte y almacenamiento y satisfacer las demandas de un consumidor cambiante y que demanda productos variados, más saludables, con más sabor y con mayores contenidos nutricionales.

P.- La mejora en las variedades de trigo ha aumentado la producción en los últimos años. Explíquenos la razón y en cuánto se ha aumentado

E.S.- Según datos publicados recientemente en el Informe “Aportaciones de la mejora vegetal en España” realizado por el Institut Cerdá, el incremento de la productividad gracias a la mejora genética ha supuesto para cuatro cultivos analizados (trio, maíz, tomate y arándano) en los últimos 30 años, entre 1990 y 2018 una producción acumulada adicional de 62 a 76 millones de toneladas, lo que supone entre 2,2 y 2,7 millones de toneladas adicionales anuales. Esto equivale a un incremento de producción durante este periodo de entre el 11 y el 61%.

Por lo que se refiere al cultivo de trigo blando, las mejoras de la obtención vegetal han supuesto entre 1990 y 2018 una producción adicional de 14,7 millones de toneladas, es decir, el 11,5% de la producción en este periodo (algo más de 523.000 de toneladas anuales de trigo). Eso permitió aumentar los ingresos de los agricultores entre 1990 y 2018 en más de 2.600 millones de euros, el 11,3% de sus ingresos de este periodo.

P.- ¿Cuáles son las nuevas variedades que mejor han funcionado en los últimos años?

E.S.- La aparición cada vez más frecuente de nuevas plagas y enfermedades ha motivado una intensa investigación para el desarrollo de variedades resistentes a los diferentes virus y enfermedades que cada cultivo puede sufrir. Asimismo, los efectos del cambio climático y la necesidad de producir más con menos recursos están centrado los objetivos de los programas de mejora.

Esta investigación ha provocado ya que entre la década de los sesenta y el año 2000, los incrementos de productividad han sido espectaculares en todos los cultivos, creciendo entre el 1% y el 3% anual. Esto ha supuesto, por ejemplo, que, en el caso de los cereales, el aumento de la productividad haya aumentado en este periodo entre el 100% y el 200%, dependiendo de los cultivos. Otros cultivos esenciales como la patata, han alcanzado un incremento de casi el 80%[1]. En algunos cultivos como el tomate, se ha aumentado hasta un 1.000%.

P.- La semilla certificada es uno de sus caballos de batalla desde hace años para la asociación. ¿Qué es? ¿Cómo puede beneficiar al agricultor de cereal?

E.S.- Más allá de su expresión genética, es esencial garantizar la calidad de las semillas. Su certificación resulta esencial para ofrecer sólidas garantías tanto a los agricultores como a los consumidores finales. La certificación consiste en verificar e inspeccionar las semillas para siembra conforme a estrictas normas de calidad establecidas. Este control se lleva a cabo desde su origen, durante su proceso de producción en campo hasta su almacenamiento y comercialización. Sólo las semillas de alta calidad genética, fisiológica, física y fitosanitaria son certificadas, asegurando así una mejor implantación del cultivo. Además, es posible reducir la dosis de siembra.

P.- Por último, ¿Cómo está afectando el cambio climático a la agricultura? ¿Cómo pueden buenas prácticas pueden mitigar esta situación?

E.S.- Los principales efectos se traducen en un aumento de la temperatura media y la inestabilidad de las precipitaciones. En el caso del cereal, se están acortando los ciclos hasta en 15 días. Por ello hay que seguir investigando para buscar plantas más eficientes en el uso del agua, y adaptar los ciclos de los cereales a las nuevas condiciones agroclimáticas, pero manteniendo la resistencia al frio invernal y la fotosensibilidad durante la fase vegetativa. Es necesario seleccionar plantas, con una mayor resistencia a las altas temperaturas y asociado a una falta de agua en el suelo, estrés hídrico.

Toda esta investigación requiere tiempo y dinero, y los programas de mejora vegetal son cada vez más importantes para combatir el Cambio Climático.

Si nos remitimos nuevamente a datos del Informe Cerdá, vemos que las aportaciones de la obtención vegetal resultan fundamentales en este ámbito y para poder alcanzar los objetivos que la UE se ha fijado a través del Pacto Verde Europeo. Algunos ejemplos de las aportaciones de la mejora vegetal:

Reducción del uso de fertilizantes:  Por ejemplo, en el caso del tomate, ahorro de más de 375.000 toneladas de fertilizantes entre 2011 y 2016, equivalentes al 1,3% del total de fertilizantes consumidos en este periodo.

Reducción del uso de fitosanitarios: durante el periodo 2011 y 2015 se consiguieron ahorrar más de 2.700 toneladas entre el cultivo del maíz, trigo blando y tomate, lo que supone una media de 540 toneladas al año.

Reducción del consumo de agua: Para el maíz: consumo anual equivalente de una ciudad de más de 370.000 habitantes en el cultivo del maíz, y de una ciudad de casi 300.000 habitantes en  el tomate.

Reducción del consumo energético: consumo anual de energía efectuado por un mínimo de 100.000 y un máximo de 130.000 hogares.

Ahorro de emisiones: equivalentes a las emisiones anuales efectuadas por más de 154.000 coches.

Ahorro de superficie: En un año se han conseguido ahorrar más de 259.000 hectáreas, lo que equivale a 370.300 campos de fútbol.

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