Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
A petición de la presidencia francesa del Consejo de la UE, el Comité Económico y Social Europeo (CESE) emitió recientemente un dictamen sobre “Seguridad alimentaria y sistemas alimentarios sostenibles”, que engarza con algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas y pone de relieve, ahora más que nunca tras la invasión por Rusia de Ucrania, el “granero de Europa”, la necesidad de garantizar cadenas de suministros sostenibles y fomentar una autonomía estratégica para la seguridad alimentaria y la sostenibilidad.
Aunque el concepto de sostenibilidad se ha limitado muchas veces a vincular la agricultura con la nutrición y los servicios ecosistémicos, y a salvaguardar la salud pública de todos los sectores de la sociedad europea, en estos difíciles momentos cobra mayor importancia la sostenibilidad económica y social, ante la necesidad de diversificar el abastecimiento de alimentos para no tener una dependencia excesiva de una sola o de unas pocas fuentes de aprovisionamiento.
El CESE es la primera institución comunitaria en proponer una política alimentaria global en la Unión Europea, con el objetivo de fomentar dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles (en el más amplio sentido de la sostenibilidad), como queda reflejado de algún modo en la Estrategia F2F (“De la granja a la mesa”), y el intento de mejorar la coherencia entre los ámbitos políticos relacionados con los alimentos y crear conciencia sobre el valor de los mismos.
Según este organismo, la pandemia de Covid-19 ha tenido unas consecuencias sin precedentes para la sociedad y la economía. En toda la Unión Europea, los agricultores y todos los operadores de la cadena alimentaria han permanecido movilizados para mantener la producción y alimentar a la población, a pesar de las dificultades y los obstáculos a los que se han enfrentado. En su conjunto, el sector agroalimentario de la UE demostró su resiliencia, al continuar ofreciendo alimentos seguros y de alta calidad, a pesar de las perturbaciones en la cadena alimentaria.
En el dictamen exploratorio, aprobado a finales del pasado mes de enero, el CESE identifica, en primer lugar, una serie de “palancas” clave que, a su entender, deben utilizarse a escala comunitaria para salvaguardar la competitividad de los productores europeos, con vistas a garantizar tanto la seguridad alimentaria de la UE, como la sostenibilidad y unos precios asequibles para los consumidores.
Entre las “palancas” clave destaca el fomento de la autonomía estratégica abierta para la seguridad alimentaria y la sostenibilidad que, como se ha citado arriba, significa la no dependencia excesiva de una o de unas pocas fuentes de aprovisionamiento externo y potenciar el autoabastecimiento alimentario en la medida de lo posible, como por ejemplo con un potente plan europeo sobre proteínas vegetales.
También destaca la recomendación del CESE para desarrollar tecnologías y semillas innovadoras, que proporcionen siempre soluciones a los agricultores que se enfrentan a restricciones en las herramientas existentes (límites en el uso de fitoquímicos o fertilizantes).
En esta línea, se recomienda, como es de sobra conocido, que se garantice la cobertura de banda ancha de Internet y la digitalización, como condición previa para la agricultura de precisión y la robótica, apoyando las inversiones en este tipo de técnicas sostenibles y, a la vez promoviendo y facilitando el acceso a la formación sobre estas nuevas tecnologías para los productores agrícolas, especialmente para los jóvenes.
Reciprocidad
Otro de los puntos clave que el CESE expone en su dictamen, y que la UE debería impulsar si quiere tener algún éxito en sus políticas sobre seguridad y sostenibilidad alimentaria, es el relativo a garantizar la reciprocidad de las normas y la igualdad de condiciones, mediante la incorporación de las Estrategias F2F y Biodiversidad del Pacto Verde Europeo y sus normas como normas de sostenibilidad mundial en todos los futuros acuerdos comerciales de la UE y su inclusión en los acuerdos comerciales existentes y en los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Por descontado, cuando el mercado es el mundo y éste es tan interdependiente, aplicar unilateralmente políticas que terminen limitando la productividad y la competitividad agraria en un único territorio, como es la UE, a lo único que conduce es que los productores y sus productos, obligados por esas normas (que pueden ser las más justas y todo lo sostenibles que se quiera) terminen siendo menos productivos y menos competitivos que los productores y productos de terceros países y, probablemente, sean en muchas casos expulsados del mercado. De ahí que se insista en normas que sean recíprocas y garanticen, en la medida de lo posible, la igualdad de condiciones para el mercado mundial de todos los productores.
El CESE también considera importante garantizar precios justos y la distribución de los ingresos (valor añadido) a lo largo de la cadena; mejorar la disposición de los consumidores a pagar precios adecuados para que los alimentos se consuman menos, pero mejor, y prohibir las prácticas comerciales desleales (PCD) a través de regulaciones ambiciosas.
Además, insiste en promover el valor de los alimentos, fomentando la educación alimentaria entre los consumidores para contribuir a acercar al sector agrario a la sociedad. Todos ellos son aspectos en los que se debe seguir insistiendo, porque distan aún bastante de la realidad.
Asimismo, propone alinear las prácticas y operaciones de los negocios alimentarios con los ODS de Naciones Unidas y garantizar la participación estructurada y la participación de la sociedad civil y de todas las partes interesadas en toda la cadena de suministro alimentario, incluso a través de un Consejo Europeo de Política Alimentaria que fomente la cooperación en lugar de la competencia.
Menor dependencia
En segundo lugar, el CESE identifica otras “palancas” clave para ayudar a reducir la dependencia de los insumos, incluidos los sintéticos, siendo partidario de que la UE apoye las prácticas de bajos insumos, especialmente en términos de combustibles fósiles y plaguicidas, así como fomentar la capacidad de producción propia de insumos agrícolas en Europa.
Al respecto, vuelve a insistir en la necesidad de mejorar la autonomía proteica de la UE desde todos los puntos de vista y llama la atención sobre el hecho de que las importaciones de soja procedentes de terceros países pueden ser responsables de la deforestación, la degradación de los bosques y la destrucción de los ecosistemas naturales en determinados países productores.
Esta institución considera que el desarrollo de las leguminosas con alto contenido de proteínas en la Unión limitaría el uso de las importaciones y, por tanto, tendría un impacto positivo en el clima y el medio ambiente.
Por eso, se hace necesario organizar y apoyar a este sector para promover la producción y convencer a los agricultores, en particular a través de una ambiciosa Política Agrícola Común (PAC), y mejorar la producción de oleaginosas para la fabricación de aceite de semillas y de tortas y contribuir, a su vez, a la mejora de la producción sostenible de alimentos y energía.
El CESE aboga también por reforzar la acción de la UE para reforzar y restaurar los bosques del mundo, mediante una mejora en particular del actual sistema de certificación forestal (PEFC, FSC), con el fin de aprobar productos que no contribuyan a la deforestación, así como por desarrollar cadenas de suministro cortas, justas y transparentes que garanticen una transición hacia una agricultura sostenible con un enfoque progresivo para preservar los equilibrios existentes.
Asimismo, plantea que se garantice la realización del Derecho a la Alimentación para todos, en particular para las personas en situación de inseguridad económica y social; facilitar la experimentación en materia de innovación social, y que la ayuda alimentaria debe seguir siendo una política obligatoria en los Estados miembros.
Plan de Contingencia
Por último, el CESE acoge positivamente el “Plan de contingencia para garantizar el suministro de alimentos y la seguridad alimentaria en tiempos de crisis”, así como la creación de un Mecanismo Europeo de Preparación y Respuesta ante las Crisis de Seguridad Alimentaria (EFSCM), integrado por un grupo de expertos especializado y participado por autoridades públicas de los Estados miembros y de los países terceros, así como de otras partes interesadas, con la recomendación de que tales disposiciones se integren en una política alimentaria global.
El CESE recuerda que la crisis (la de Covid-19, pero ahora también la del conflicto bélico Rusia-Ucrania) ha demostrado que es necesario reforzar la coordinación y mejorar los planes de contingencia para estar preparados a la hora de abordar las amenazas que puedan poner en peligro el suministro de alimentos y la seguridad alimentaria de la UE, evitando repetir la experiencia de la pandemia sanitaria, cuando las medidas de coordinación a escala comunitaria tuvieron que adoptarse caso por caso y desarrollarse en el momento.
Ahora, la Unión Europea tiene la oportunidad de empezar a aplicar por vez primera ese Plan de Contingencia, como han solicitado ya algunas organizaciones del sector agrario, puesto que algunos suministros de materias primas alimentarias (maíz, trigo, aceite y torta de girasol…) y de insumos (gas natural, fertilizantes, combustibles…), del que la UE depende en porcentajes muy significativos del aprovisionamiento de Ucrania y Rusia, están en un grave y real riesgo por la guerra provocada por el presidente ruso, Vladimir Putin.