Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez
La prohibición del uso de jaulas en la cría de ganado es uno de los temas que abordara la Comisión Europea antes de finales de año, en el marco de la amplia revisión de la Directiva europea sobre bienestar animal, que incluye además el transporte de animales, condiciones más estrictas de manejo y gestión de animales en granja y de sacrificio en mataderos.
Este complejo dossier se verá durante la presidencia semestral del Consejo de la UE, que ostenta el Gobierno español, pero parece casi imposible ya que se vaya a avanzar y aprobar el mismo para su entrada en vigor antes de que en mayo de 2024 se celebren elecciones europeas para renovar la Eurocámara y nombrarse un nuevo equipo en la Comisión Europea.
El uso de jaulas en el contexto de la próxima revisión de la Directiva sobre el bienestar animal es un asunto que ha dado mucho que hablar en la Unión Europea (no así o no tanto en el resto del mundo mundial). La iniciativa ciudadana europea para “poner fin a la era de las jaulas” (“End the Cage Age”) popularizó un concepto que, paradójicamente hasta entonces, no había sido objeto de ninguna evaluación de impacto. Es decir, sobre sus consecuencias para la actividad de los sectores ganaderos afectados.
Teniendo en cuenta que no podía esperarse que la Comisión Europea llevase a cabo ningún estudio serio y científicamente riguroso en la materia, el COPA-Cogeca encargó un informe exhaustivo e independiente, cuyos resultados se dieron a conocer recientemente y que avalan el temor a que la UE, una vez más y por querer ser, cueste lo que cueste, adalid en el mundo en este asunto, pierda competitividad en los mercados y pase a aumentar la dependencia en el de las importaciones cárnicas de países terceros, que ni cumplen ni tienen intención de cumplir con las normas tan estrictas que se quiere imponer a los ganaderos comunitarios.
Este primer informe de impacto, centrado en los sectores ganaderos de aves y porcino, debería servir para comprender en detalle los efectos económicos, sociales y ambientales de llevar a un extremo la propuesta “End the Cage Age”, que no se han tenido en cuenta en los debates públicos celebrados hasta ahora.
Los tres institutos de investigación (Instituto de Economía Agrícola de Hungría, AKI, Fundación Ciencia y Educación para el Sector Agroalimentario de Polonia, FNEA, y Centro Europeo de Investigación sobre las Política Agrarias, Regionales y Medioambientales de Alemania, EuroCARE), que elaboraron el estudio presentaron el informe durante un evento a través de Internet, que contó con una amplia asistencia.
Dicho estudio se basa en el conocido modelo “CAPRI” y, en concreto, se centró en analizar los dos sectores ganaderos (aves y porcino) a través de tres supuestos o escenarios, a saber: la prohibición de parideras para cerdas y de jaulas acondicionadas para gallinas ponedoras, con una transición intermedia inmediata de aquí a 2025 (supuesto A); con una transición de aquí a 2035 (supuesto B) y con una transición de aquí a 2045 (supuesto C).
Las conclusiones expuestas por los investigadores durante dicho evento no dejaron lugar a dudas. La producción porcina europea se reduciría en un 23,6% (escenario A); en un 8,4% (B) o un 0,5% (C), dependiendo del supuesto analizado, al considerar que la transición hacia sistemas de gestación y maternidad en libertad necesitaría de importantes inversiones para la construcción de nuevas instalaciones o la remodelación de las naves existentes.
En cambio, en el caso de los huevos, la transición ya está en marcha, puesto que en la UE-27 solo en torno a un 45% de los productores crían todavía a las gallinas ponedoras en jaulas, por lo que las consecuencias serían mucho menos, con una disminución de la producción del 2% sea cual sea el plazo fijado. Aunque luego cada país tiene consecuencias diferentes dentro de su territorio.
El estudio prevé esas consecuencias, aunque dependerá de cada Estado miembro, con diferencias entre los países de la Europa Occidental y los de Europa del Este. Estos últimos se verían más afectados por los descensos de producción, lo que abriría una brecha permanente en el rendimiento económico y aumentaría las disparidades dentro del propio Mercado Único, con independencia de la duración del periodo de transición.
Concentración
Además, la eliminación progresiva de las jaulas supondría una intensificación o concentración mayor de la producción, puesto que las instalaciones más grandes o de mayor dimensión podrían invertir en la transición, mientas que muchas de las pequeñas, de tipo familiar, tendrían que dejar de producir, al no ser ya rentables. Esto contradice la visión que se tiene desde la Comisión de Agricultura de la UE de fomentar las explotaciones familiares ligadas a la supervivencia del medio rural.
En función de las decisiones de cada ganadero, los costes de las inversiones en nuevas instalaciones oscilarían a escala de la UE entre los 2.100 y los 3.500 millones de euros en el caso de la producción porcina, mientras que la producción avícola sufriría una menor reducción productiva, pero sus inversiones podrían llegar a suponer, igualmente, en la UE-27 unos 3.200 millones de euros, como mínimo.
Deslocalización
Otra de las conclusiones del estudio es que la caída de la producción afectaría a la balanza comercial con el exterior de la Unión Europea. En concreto, en casi todos los supuestos la reducción de la demanda en el mercado interior no será proporcional a la caída de la producción.
Así, parte de nuestra producción de carne de porcino y de huevos se vería deslocalizada y esta deslocalización provocaría “fugas de carbono” y afectaría a la biodiversidad y el bienestar animal en países cuyas normas de producción difieren de las nuestras. Precisamente, esto es lo contrario al propósito inicial de quienes abogan por este cambio.
Por tanto, se produciría un incremento significativo de las importaciones, en especial en todos los puestos referentes al sector de la carne de cerdo, de entre un 1.086% y un 43,7%, aunque también en el caso de los huevos de entre el 18% y el 5%.
Por el contrario, según el estudio, las exportaciones de carne de porcino y de huevos desde la UE-27 a países terceros caerían en picado. En los tres supuestos de estudio (2025, 2035 y 2045), la balanza comercial de la UE-27 de aquí a 2045 sería deficitaria en ambas producciones ganaderas estratégicas.
La retirada progresiva de las jaulas representaría, además, una amenaza para la resiliencia y la competitividad del sistema alimentario de la UE y elevará la dependencia europea de las importaciones en un momento considerablemente estratégico para la autonomía alimentaria.
Por otro lado, los investigadores concluyeron también que los ganaderos que se embarcaran en dichas transiciones no disfrutarían de ninguna prima de mercado por sus productos, puesto que todo el sector estaría obligado a seguir el mismo camino.
El estudio confirma que el cambio a sistemas de estabulación alternativas mermará los ingresos generados durante años y acelerará la tendencia de aumento de las importaciones en el contexto comercial actual.
En el supuesto de una desaparición de las jaulas de aquí a 2025, el precio medio al productor por la carne de cerdo subiría un 47,4% en la UE-27, en contraste con el incremento de apenas un 3,7% en el caso de los huevos.
Si se concediera un periodo de transición de 10 o 20 años, el aumento de precios de la carne de porcino para el productor sería mucho menor y provocaría shocks más moderados a escala del consumidor.
Periodo de transición
El presidente del Grupo de Trabajo “Bienestar animal” del COPA-Cogeca, Miguel Ángel Higuera, afirmó que “hasta la fecha no se había encargado ningún otro estudio de esta envergadura, aunque se alcance se haya limitado a dos sectores (avícola y porcino). A mi entender, esto indica que la mayoría de los debates sobre este tema a nivel de la UE revisten un claro carácter político y responden a una visión muy reduccionista.”
El también director de la asociación sectorial española de productores de porcino de capa blanca, Anprogapor, añadió que “no nos oponemos en principio a esta rotunda exigencia de la sociedad. Simplemente este estudio evidencia algo muy claro: el periodo de transición que se conceda tendrá implicaciones de gran calado para la producción, la rentabilidad de las productores, las subidas de los precios al consumo y la concentración productiva.”
Y, en este sentido, recalcó Higuera, “solo puedo retomar las palabras de los autores del estudio: se aconseja a la Comisión plantear un marco adaptado a sus propósitos y manejar la transición con cautela, en lugar de ejecutar un supuesto plan de choque.”