Desde el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM) de la Universidad Politécnica de Madrid, junto con otros expertos europeos, hemos abordado el potencial de reducción de gases de efecto invernadero para el sector de las tierras de cultivo en una región de España. En este estudio proponemos un conjunto de prácticas de gestión del suelo económicamente atractivas para los agricultores que, a su vez, podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero producidas en la agricultura. Las estimaciones obtenidas permiten avanzar en el conocimiento regional sobre el coste y la reducción de emisiones que podrían lograrse mediante pequeños cambios en los cultivos y en el manejo de suelo. Estos resultados pueden generalizarse a otros lugares con condiciones similares a la zona estudiada.
El estudio se llevó a cabo en el marco del proyecto SmartSOIL (www.smartsoil.eu) que se ha desarrollado bajo un enfoque interdisciplinar, combinando conocimientos científicos y en un marco socioeconómico, para identificar prácticas de manejo que optimicen el almacenamiento de carbono en el suelo al mismo tiempo que mejoren la productividad de los cultivos. El carbono orgánico del suelo (SOC), un componente de la materia orgánica, es vital para las funciones esenciales del suelo y para los servicios de los ecosistemas que proporcionan los suelos.
Estos servicios de los ecosistemas pueden incluir beneficios y funciones tales como la producción de alimentos, el almacenamiento y filtración del agua, el almacenamiento de carbono, el aporte de nutrientes a los cultivos, o el mantenimiento del hábitat y de la biodiversidad. Algunas de estas funciones no sólo se ven afectadas por las reservas de carbono del suelo, sino también por los flujos de carbono. Tanto las reservas como los flujos de carbono se pueden modificar a través de la gestión de los inputs o de la gestión de residuos y fertilizantes. Por lo tanto, el mantenimiento y el aumento de SOC pueden resultar en múltiples beneficios si se hace un manejo sostenible de la tierra y los cultivos.
Las políticas de mitigación para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura son renegociadas periódicamente y necesitan incluir resultados a nivel regional. La gestión de los suelos agrícolas tiene un gran potencial para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o el secuestro de carbono. Muchas de las prácticas se basan en un extenso conocimiento agronómico y técnico, con beneficios demostrados para los agricultores y el medio ambiente. Sin embargo, existen limitaciones en el proceso de desarrollo de políticas ya que (a) las actividades agrícolas se basan en procesos biológicos y, por tanto estas prácticas tienen que ser determinadas en cuanto a la localización, el clima, los suelos y el tipo de cultivos; (b); la agricultura sustenta las comunidades rurales, y por tanto los costes y potenciales para la implementación necesitan ser evaluados a nivel regional y; (c) el potencial regional agregado del uso combinado de estas prácticas tiene que ser definido con el fin de alcanzar los compromisos de reducción.
Este estudio proporciona información regional sobre los vínculos entre la mitigación del cambio climático y la economía de la gestión agrícola sostenible. Creemos que, en la aplicación de prácticas de mitigación, tres preguntas son importantes: ¿Son rentables para los agricultores? ¿Se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero? ¿Qué políticas favorecen su aplicación? El estudio abordó estas cuestiones en tres pasos secuenciales. En primer lugar, se represento el contexto espacial a nivel regional en Europa mediante un mapeo sobre el uso de prácticas de mitigación más representativas para el manejo de suelos. En segundo lugar, se estimó el potencial de estas prácticas en términos de coste-efectividad generando una curva de Coste Marginal de Reducción de GEI, o curva MACC, en un estudio de caso del Mediterráneo (NE España). Finalmente, el análisis cualitativo se completó con una discusión de las posibles opciones vinculando los resultados científicos con la política regional de mitigación.
La curva MACC prioriza las prácticas de manejo para diferentes cultivos, de acuerdo a su potencial anual de mitigación (eje x en MtCO2e y-1) y coste (eje y en € / tCO2e ha-1 año-1). En este estudio nos centramos en seis prácticas de manejo del suelo con potencial de reducción: cultivos de cubierta; mínimo laboreo; gestión de residuos; fertilización con estiércol animal; fertilización optimizada; y rotación de cultivos. Los cultivos seleccionados son el trigo (secano y regadío), la cebada (secano y regadío), el maíz (regadío), la alfalfa (regadío), almendros (secano), viñedos (secano) y olivos (secano). Estos cultivos representan el 75% de la superficie total de tierras agrícolas de la región. En la curva MACC, el eje y muestra el cambio en el margen bruto, las prácticas con valores negativos o por debajo de cero en realidad indican un aumento en los márgenes o un ahorro de los costes. El eje x muestra el potencial anual de mitigación por cultivo y para toda la región de estudio (Aragón), y dado que las prácticas se consideran aditivas, la reducción se contabiliza como acumulada. Los resultados muestran que las prácticas de gestión del suelo pueden ser económicamente atractivas para los agricultores mediterráneos, y a su vez lograr reducciones significativas (por ejemplo, 1.34 MtCO2e en la región de Aragón).
Estas prácticas además de tener potencial para incrementar el carbono orgánico del suelo y de este modo mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura, han demostrado ser beneficiosas en muchos aspectos. Su utilización puede ayudar a prevenir o revertir la pérdida de carbono del suelo, así como contribuir a que los suelos seas menos vulnerables a las presiones de la intensificación en la producción agraria. El uso de estas prácticas también puede contribuir a mejorar la productividad de los cultivos a largo plazo, ya que el aumento de las reservas de SOC mejora las propiedades físicas y biológicas del suelo, y potencialmente la rentabilidad de la agricultura.