La industria alimentaria es uno de los ejes de la actividad económica, en una clara línea de crecimiento que, en los últimos años de crisis, se ha ralentizado, pero que no ha parado de crecer. Desde la perspectiva de la facturación, el sector ha mantenido una línea de incremento discreto hasta unos 94.000 millones de euros, con una estabilidad o pequeñas subidas en las ventas en el mercado interior y unas cifras superiores en la exportación que se consolida como el gran motor de la industria. La producción agraria y alimentaria en su conjunto es ya la segunda actividad exportadora con más de 44.000 millones de euros, solamente por detrás de los bienes de equipo, y se halla ya en el cuarto lugar en el conjunto comunitario tras los holandeses, alemanes y franceses y ya por delante de los italianos.
Frente a la crisis de otros sectores, la industria alimentaria, según algunos datos provisionales, ha seguido creciendo en los niveles de empleo con casi medio millón de trabajadores en su conjunto, así como de afiliaciones a la Seguridad Social. Su importancia viene además determinada por sus casi 30.000 empresas claves para el sostenimiento del territorio debido a su fuerte presencia en el medio rural y como la vía de salida de las producciones agrarias.
La industria alimentaria de hoy es una actividad en permanente proceso de transformación donde se dan la mano las producciones y las actividades más tradicionales, con la presencia de nuevas ofertas en contenidos, elaboración y presentación en la última línea de la innovación para abrir las ventas en nuevos mercados territoriales y a nuevos segmentos de la población.
Según los datos manejados por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTi), de los fondos dispuestos por ese organismo en los últimos cinco años, el 12% fueron para proyectos de I+D alimentarios en casi 250 empresas, y firmas españolas han tenido igualmente un importante protagonismo en la captación de fondos del Programa Marco comunitario, aunque sería importante una estrategia más coordinada a la hora de abordar esos recursos dada la fuerte dispersión del sector y la imposibilidad de miles de pequeñas firmas para afrontar por sí mismas un proyecto costoso de innovación.
En 2015, el mercado interior ha sido escenario de una ligera recuperación de la demanda de productos de gran consumo. Según los datos elaborados por Nielsen, tomando como referencia cifras del panel de detallistas, conformado por hipermercados, supermercados y tiendas especializadas, y del panel de hogares, así como de otros informes, en ese ejercicio se ha registrado el mayor crecimiento de los últimos siete años con una mejora del 1,7% frente a una caída del 0,4% en el año anterior y el incremento más alto que se había registrado en 2005 con el 1,5%.La subida más alta correspondía a 2008, con el 4,6%.
De acuerdo con esos informes, los gastos en las necesidades de alimentación y otros gastos de cuidado personal y del hogar se elevaron en 2015 a 71.000 millones de euros de los que 21.000 correspondieron a la compra de los productos frescos. En kilos y litros, los consumidores metieron en la cesta de la compra un 1% más que un año antes debido, entre otras causas, a una mayor confianza de la población, al progresivo recorte del paro con 700.000 desempleados menos, aunque con bajos salarios o la rebaja de los precios de los combustibles. La compra de los productos frescos aumentó un 3,3% y la de los productos envasados lo hizo en un 2,4%. En el caso de las bebidas, el incremento de las ventas fue del 2,1%. Otro dato que ofrece una imagen positiva sobre la progresiva superación de la crisis en la demanda interna es el crecimiento del consumo en la hostelería, donde se registró un incremento del 5,5%. Igualmente se ve como otro dato positivo el estancamiento de la marca blanca, más barata que la marca del fabricante.
En la parte negativa de ese proceso de recuperación de venta y, sobre todo de resultados, se halla guardando la puerta el segmento de una gran distribución muy concentrada y en medio de una batalla interna de cuotas de mercado, capaz de imponer, sin excepciones, y cada una a su manera, precios y todas las demás condiciones de compra al grueso de las pequeñas y medianas industrias alimentarias.
A medio plazo, con el horizonte más allá del 2020, aunque se avance en una recuperación total de la crisis, hay otros datos sobre el futuro del sector que es preciso poner blanco sobre negro. En primer lugar, se halla un envejecimiento de la población, menos consumidores en el mercado interior y la necesidad de ajustar la oferta a los segmentos de la demanda. El sector deberá hacer frente a una mayor competitividad en unos mercados globalizados, lograr una mayor eficiencia, luchar contra una mayor dependencia energética, al cambio climático, eliminación de envases, problemas de agua, etcétera, pero también a un aumento mundial de la población a cuya demanda se habrá de responder.
En este panorama, en los últimos años, incluido 2015, el principal motor de la industria alimentaria ha radicado en las ventas en el exterior, con un incremento de las mismas del 6,1% en 2015 hasta los 25.422 millones de euros, a los que se deben sumar otros 13.624 millones en las exportaciones de frutas y hortalizas frescas y, lo que es más importante, con un incremento medio del 7,6% desde 2010. Se trata de una actividad en la ya se hallan embarcadas casi 13.0000 de las casi 30.000 empresas que hay en España, en su mayor parte pequeñas y medianas que, sin embargo, mantienen sus luces y sombras.
Es positivo que, junto a la actividad tradicional de sectores como el porcino, en sus diferentes formas, vino, aceite o pescado se vayan sumando y creciendo otras como conservas vegetales o firmas del dulce, aceitunas o zumos, mientras no acaban de despegar otros sectores como leche y derivados. Sigue siendo un reto la posibilidad de consorcios de pequeñas empresas a la hora de abrir mercados o la progresiva superación de ventas de graneles en actividades como vino o aceites. En positivo, el importante esfuerzo hecho por todo el sector para abrir nuevos mercados como el porcino y en menor medida vinos y aceite en países asiáticos, la apertura de nuevos mercados en el aceite y, en conjunto, la oferta de nuevos productos en contenido y formatos para nuevas demandas conjugando la I+D con el peso de los turistas retornados a sus países, la imagen de la gastronomía española, el boom de la cocina en el mundo y las tareas de promoción muy dirigidas a países objetivos prioritarios .
A pesar del esfuerzo que realiza el sector para la apertura de nuevos mercados especialmente en Asia, junto con el crecimiento de otros en terceros países como Estados Unidos, la realidad es que de los más de 25.000 millones que supusieron las exportaciones en el exterior solamente los países miembros de la Unión Europea supusieron 17.500 millones de euros. Buscar fuera, sin olvidar lo de dentro en todos los segmentos de la oferta y a buenos precios.