Uno de los efectos previsibles de la eliminación del sistema de cuotas en 2015 era el riesgo para las zonas tradicionalmente productoras de una progresiva deslocalización de la misma hacia zonas más cercanas a las zonas costera con posibilidad de acceder a materias primas para la alimentación animal a menor coste o bien a otros puntos del territorio cercanos a los centros de gran consumo frente al peso dominante de la cornisa o Galicia. Otros impactos previsibles eran igualmente la posibilidad de un incremento fuerte de la producción al existir libertad de oferta, así como al desarrollo de granjas de mayores dimensiones también en detrimento de la actividad en las zonas más tradicionales en el sector.
A casi dos años de la supresión de las cuotas, con carácter general se puede señalar que la evolución del sector ha ido por las vías esperadas, aunque a un ritmo muy inferior al previsto por diferentes razones ligadas al comportamiento de los mercados.
Según los datos conocidos hasta la fecha por la Administración, la supresión de las cuotas dio lugar a un ligero incremento del número de animales fundamentalmente en las granjas ubicadas en zonas fuera de las tradicionalmente más ganaderas de leche, como serían los casos de Valencia, de 202 a 220; Murcia, de 163 a 190; Aragón, de 156 a 168; etc., donde el número de cabezas multiplica por cuatro y cinco la media nacional de unas 50 unidades. La eliminación de las cuotas ha supuesto un aumento de la oferta desde los 6,7 millones de toneladas hasta casi los siete millones de toneladas, incremento que podía haber sido superior si no hubieran jugado en su contra las condiciones negativas de los mercados durante el pasado año. Desde la supresión de las cuotas se ha pasado de las 17.090 explotaciones en enero de 2015 a las 15.368 existentes a diciembre del pasado año, lo que supone una media de 850 granjas desaparecidas cada año, una cifra elevada pero no superior a la que hubo en los años precedentes, lo que pone de manifiesto que los abandonos en el sector no son solo cuestión de precios o de competencia de otras granjas con mayor dimensión, sino de falta de relevo generacional, ligados a problemas viejos de rentabilidad o dependencia laboral.
Desde la eliminación de las cuotas, ese incremento de la producción ha tenido un efecto muy discreto sobre el porcentaje o la participación de cada comunidad autónoma en la cifra final. No ha existido ningún vuelco en esa distribución de la producción y, hasta la fecha, los ajustes son de décimas que pierden zonas más tradicionalmente productoras como Galicia, Cantabria o Castilla y León en beneficio, también escaso, de otras como Andalucía, Murcia, Navarra, Cataluña o la Comunidad Valenciana.
Esta aparente calma en el sector, sin grandes movimientos de cambios, se ha roto en los últimos tiempos con la iniciativa de la Sociedad Cooperativa Valle de Odieta, de Navarra, de poner en marcha a partir de esta próxima primavera de la mayor granja productora de leche de la Unión Europea con unas 20.000 cabezas con una inversión estimada en unos 95 millones de euros.
La cooperativa Valle de Odieta fue constituida hace 25 años por un grupo de ganaderos navarros, la familia Gerendiain, y ya cuenta en la actualidad con la granja en Caparroso con unos 4.800 animales de leche, además de instalaciones de cría o una planta de biometanización con capacidad para producir 150.000 toneladas de fertilizantes y el equivalente en energía de 3.000 toneladas de petróleo, planta en la que participa el Grupo AN y que contó con una subvención del gobierno de Navarra.
Para el desarrollo de nuevas instalaciones en el sector de la producción de leche, la cooperativa intentó lograr diferentes subvenciones en la propia comunidad autónoma. Ante la imposibilidad de acceder a la mismas, la cooperativa señaló su decisión de llevar a cabo el proyecto en otra zona, habiendo elegido en este caso la pequeña localidad soriana de Noviercas donde ya ha llevado a cabo la adquisición de casi 1.000 hectáreas de terreno de las que unas 150 serían para ubicar las instalaciones y el resto para implantar los cultivo necesarios para la alimentación. Adquirida la superficie, los trámites siguientes se concretan en disponer de los correspondientes permisos medioambientales con las Confederaciones Hidrográficas de Duero y Ebro.
Aunque oficialmente no se han dado cifras sobre la posibilidad de ayudas públicas, fundamentalmente de las Administraciones regionales para acomete esta iniciativa, se da por hecho que elegir Soria respondería a la posibilidad de disponer de los apoyos que no tuvo en Navarra.
Noviercas, un punto para la reflexión
Poner una macrogranja de 20.000 vacas en una zona abandonada de Castilla y León supone un incremento en un 20% del número de animales de leche que existen actualmente en esa comunidad autónoma en una línea a la baja y que actualmente asciende a unos 90.000.
Contra la instalación de la misma, por razones medioambientales, por suponer nada menos que la producción de más de 400 granjas de tamaño medio y sobre todo, por considerar que no es la solución al despoblamiento rural, se han manifestado en las última semanas organizaciones agrarias como UPA y COAG por estimar además que no es el modelo desde la propia perspectiva del empleo y para el sostenimiento de la población.
Con o sin la granja de Noviercas, la realidad es que en el sector de la leche se van a seguir cerrando explotaciones por falta de rentabilidad, estructuras insuficientes, organización o simplemente por falta de relevo generacional. Poner una macrogranja desde una iniciativa empresarial es una decisión libre y totalmente plausible siempre que la misma cumpla en este caso con unas complejas exigencias medioambientales. Conceder a una explotación de este tipo con ayudas públicas, a la vista de cómo se halla el sector y de las necesidades que tienen las explotaciones actualmente en funcionamiento, carecería de sentido. En un periodo de bonanza de fondos hay reparto para todo lo que pueda generar riqueza y empleo. Pero en un momento donde precisamente no sobran los recursos, los fondos públicos parece más lógico que, en lugar de ir a macroproyectos de este tipo, se orientaran más a una mayor distribución para el sostenimiento de todo el territorio, principal problema en la comunidad autónoma, apoyar la viabilidad de las actuales miles de explotaciones y, sobre todo, a procesos de concentración y organización de la producción con estructuras asociativas para defender su futuro y el de miles de familias en ocho provincias.
Y en este sentido, Noviercas puede y debe ser un motivo para la reflexión sobre dónde puede acabar el sector si no se mueve más el mapa y la organización de las actuales explotaciones y su modelo en las zonas más tradicionales.