La EPA revela que, en términos anuales, se sigue produciendo una salida de mano de obra desde la agricultura hacia otros sectores. Por géneros, la reducción del empleo femenino fue del 11,7%. En estos momentos trabajan en el campo 179.200 mujeres (23.800 menos que hace un año). En el caso del empleo masculino, el recorte fue del 9,9%. Trabajan 574.000 hombres (63.100 menos que a finales de 2021).
La caída de la ocupación está muy relacionada con los efectos de la sequía y de las heladas, que mermaron la producción agraria en gran parte de las campañas agrícolas de la mayoría de las comunidades. Se trata de producciones agrarias que generan un gran volumen de empleo (cítricos; vendimia; fruta de hueso y dulce y aceituna de verdeo y para la producción de aceite).
La EPA también revela que el paro agrario afectaba a 145.600 personas en el cuarto trimestre de 2022, 15.500 menos que hace un año (9,6%). Se observa así una expulsión de la población sin trabajo desde el sector hacia otras actividades, al tiempo que se produce una reducción de la ocupación. Estas cifras se traducen en una caída de la población activa agraria en 102.400 personas en doce meses, al situarse en las 898.800, un 10,2% menos.
La reducción del desempleo agrario fue similar en términos trimestrales, puesto que el recorte fue del 8,6% frente al tercer trimestre de 2022. Son 13.700 personas paradas menos. Si se tiene en cuenta que la ocupación creció en 24.200 personas en los tres últimos meses del año, se produjo un crecimiento trimestral del 1,2% en la población activa agraria (del 4,7% en el mismo trimestre de 2021).
La normalización del empleo agrario y la reducción del paro sectorial dejaron la tasa de desempleo agrario en el 16,2%, que es la segunda más baja en una serie temporal extensa, aunque es todavía 3,33 puntos más alta que la global. La última reforma del mercado de trabajo se deja notar en la tasa de temporalidad. Pese a ser de las más altas en la economía, se redujo al 38,55%, frente al 54,15% de hace un año, 15,6 puntos menos.
Otra seña de identidad es la desigualdad. Entre las mujeres la temporalidad fue mucho más alta. El 43,3% de las trabajadoras por cuenta ajena tiene un contrato temporal, frente al 37,3% de los hombres. También se notan las diferencias al comparar la tasa de paro: 21,6% la femenina y 14,3% la masculina.