El Ministerio de Agricultura publicó hace unas fechas los resultados de la encuesta sobre la evolución de los precios de la tierra para usos agrarios en 2014 que elabora anualmente la Administración central en base a los datos de las Comunidades Autónomas. Según los resultados de esa encuesta, con todos los interrogantes que siempre conllevan este tipo de estudios o análisis, entre cientos de cifras sobre los precios medios por zonas, tipos de tierra o cultivos, destaca como referencia el precio medio de la tierra por hectárea a nivel estatal que para ese periodo se situó en 10.127 euros, con un incremento del 1,7%.
Hablar de un precio medio de la tierra para usos agrarios con carácter general no pasa de ser algo meramente simbólico si se tiene en cuenta que las cotizaciones pueden ir desde los más de 200.000 euros de una hectárea de platanera en Canarias, los 160.000 de una hectárea de un cultivo protegido en Andalucía, hasta los menos de 3.000 euros de un pastizal de secano en Aragón. Lo mismo sucede si se habla de precios medios para las tierras de labor en secano, esos 6.662 euros por hectárea, los 17.272 euros para una hectárea de labor en regadío, los 14.000 euros que vale una hectárea de viñedo en secano, los 19.000 euros si se trata de regadío, casi los 19.000 euros de una hectárea de olivar en secano y los 41.200 en regadío o los prados de secano con una media de 11.000 euros. La realidad es que para unas tierras con unas características similares existen grandes oscilaciones según su ubicación en cada Comunidad Autónoma, en cada comarca, en cada zona y casi entre pueblos cercanos, en función de rendimientos, microclimas, situación de la oferta y la demanda, el grado de envejecimiento de los agricultores o ganaderos, las salidas para compaginar el trabajo agrario con la actividad en otros sectores o la política de relevo generacional para la incorporación de los jóvenes.
Sin embargo, los datos recogidos en las encuestas sí que encierran un valor al poner de manifiesto la importante relación que guarda la evolución de los precios con las negociaciones y los acuerdos en el marco de las reformas de la Política Agrícola Común, junto a la evolución de cada uno de los mercados y su incidencia en las superficies que acogen esas producciones.
En este comportamiento de los precios de la tierra para usos agrarios, en las tres últimas décadas, hubo un paréntesis a finales de los años ochenta justamente casi coincidiendo con el ingreso de España en la Unión Europea, así como en la década de los noventa, ante la futura implantación del euro en 2002. En un contexto de bajos precios provocado por la incertidumbre de la nueva situación, la tierra para usos agrarios se convirtió en el objetivo de grandes desembarcos de capital de profesionales liberales urbanos así como de excedentes empresariales de otros sectores fundamentalmente para la adquisición de grandes fincas donde, además de colocar mucho dinero negro o beneficios empresariales, el campo era un refugio y un valor seguro.
Pasado ese periodo de fuerte demanda urbana por la adquisición de grandes superficies, sobre todo en la zona centro y sur de la península, el movimiento del mercado de la tierra para usos agrarios volvió a una situación de cierta estabilidad donde, al margen de operaciones muy puntuales de inversores nacionales y extranjeros (comunitarios o chinos), sobre grandes superficies, la tónica dominante ha sido la compra de tierra por parte de los propios profesionales del campo en el marco del relevo generacional para aumentar el tamaño de las explotaciones.
En lo que afecta al comportamiento de los precios de la tierra para usos agrarios, el mismo ha estado determinado principalmente por tres factores: reformas de la Política Agrícola Común, evolución de las cotizaciones de los mercados y las condiciones muy específicas de oferta y la demanda en cada zona.
Para una parte muy importante de las producciones agrícolas, el valor de la tierra ha estado muy ligado a sus derechos de ayuda directa bajo las diferentes denominaciones que se han aplicado desde los años noventa, actualmente como pago base y antes como pago único. Tantos derechos en una superficie, en la mayor parte de los casos por extensión y en otros por rendimientos, tanto más vale la misma. En este contexto, la evolución de los precios de la tierra ha estado muy marcada por las diferentes negociaciones sobre reformas y los interrogantes que se han planteado siempre sobre la continuidad de las mismas, su estabilidad o su incremento. Fruto de esas situaciones fue la subida de los precios de la tierra, con algunos altibajos en toda la década de los noventa y en los primeros años de este siglo, donde se amarraban las políticas de ayudas directas para compensar la bajada y prácticamente, la eliminación de los precios institucionales y los mecanismos para regular los mercados. De cara a las negociaciones para aprobar la actual reforma, los interrogantes sobre el futuro y la cuantía de los pagos directos provocaba una reducción de los precios de la tierra desde 2008 hasta 2013, para repuntar ligeramente en 2014, una vez que se confirmaba la nueva reforma y el mantenimiento de los pagos.
Junto a esa influencia de la Política Agrícola Común en el comportamiento de los precios de la tierra para usos agrarios, un segundo factor a tener en cuenta ha sido la evolución de las cotizaciones en los mercados de los productos agrarios procedentes de las mismas. En este escenario fue especialmente significativa la subida inicial de los precios del olivar tras el ingreso en la UE tanto por la progresiva aplicación de las ayudas, para entrar en los últimos años en una situación de estabilidad al mantenerse esas ayudas, pero ante la evolución negativa de las cotizaciones del aceite de oliva. En la parte negativa de 2014 se halla la reducción de los precios de las tierras dedicadas a la producción de naranjas y mandarinas por las bajas cotizaciones en los mercados, el mantenimiento de los precios de las tierras de labor por la ayuda, a pesar de bajar los precios de los cereal y la estabilidad de los precios en los viñedos donde las cotizaciones de la uva a la baja se compensan con producciones elevadas en volumen de uva por hectárea en zonas muy excedentarias. En reducción de precios destaca finalmente en 2014 la situación de los prados de secano en las provincias del norte y Galicia consecuencia de los problemas de las cabañas ganaderas.
Finalmente, en los precios de la tierra para usos agrarios para superficies con parcelas pequeñas o medianas y no de grandes fincas, hay que contar con los mercados locales de oferta y demanda, marcados por los abandonos de las personas de edad y las políticas para el relevo generacional.