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Opinión

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Sonrojo

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Agricultores del sector de la huerta de Murcia y de las provincias aledañas de Alicante y Almería viajaron a Madrid clamando por la falta de agua para hacer frente a los problemas de sequía que afectan históricamente a esas tierras y que en las últimas décadas se han ido apañando con diferentes salidas como los trasvases que permitía la disponibilidad de agua desde el Tajo, en una zona que tampoco está para tirar cohetes; con el uso masivo de las aguas residuales depuradas en la zona o la aportación escasa de agua más cara de las desaladoras. La última gran sequía del pasado año secó el vaso y disparó las alarmas provocando la diáspora de los agricultores con mayores posibilidades de salir a producir fuera en busca de agua, asumiendo riesgos climatológicos que se han confirmado

En la vida diaria, a pesar de una creciente pérdida de sensibilidad en la sociedad, hay multitud de situaciones, con el ser humano como protagonista, como la falta de solidaridad, la marginación, los abusos de menores, el maltrato en todas sus formas, desde la pareja a los animales, los galgos colgados de los árboles, los políticos de rapiña, los gastos en las carreras nucleares, los fanatismos religiosos, los desastres ecológicos, la quema intencionada de montes, los telediarios de sucesos… y tantas cosas más, que nos deberían sonrojar. Y bajando a la cosa agraria, es para sonrojarse la falta de sensibilidad y la inacción política viendo cómo año tras año los ríos se van fundamentalmente al mar, se inundan las riberas destrozando cultivos, mientras a unos pocos kilómetros las tierras se mueren de sed, mientras a las mismas puertas de Madrid se sigue regando a manta.

El agua sobrante, cuando se han cubierto todas las necesidades de una zona, cuando se mantiene el caudal ecológico, es un bien transportable. La climatología para el cultivo de una serie de producciones, por desgracia, no. Y de ello han sido testigos los productores del Levante que salieron esta campaña a plantar en otras tierras con resultados catastróficos con inundaciones que llevaron las lechugas directamente al mar, en lugar de a los mercas. Se ha confirmado que no es posible llevar unas producciones allí donde hay agua, pero sí es viable, si hay voluntad, llevar agua allí donde hay un clima para su desarrollo.

Desde esta perspectiva, sonroja que el agua pueda ser considerada patrimonio de alguien y que no se acepte, ni siquiera, el debate. Sonroja que, cuando se trata de abordar el tema en profundidad, los políticos, en lugar de hacerlo con claridad, se pierdan en palabras huecas como la necesidad de pactos solidarios, sostenibles, de equilibrio, en lugar de hacerlo ya desde criterios técnicos y económicos. No por no abordar el problema, el mismo no ha desaparecido, y la realidad es que la sequía avanza desde el sur con el cambio climático y que a menores lluvias se suman además fenómenos de lluvias torrenciales con inundaciones que requerirían además de una política mucho más amplia de infraestructuras desde la captación de recuso en odas las fuentes posibles hasta en su utilización.

Agricultura lleva meses negociando un ambicioso llamado Pacto Nacional del Agua del que sabemos la existencia de infinitas reuniones con todos los posibles interlocutores. Socialistas y populares parecen trabajar para abordar la situación, mejorar la captación, conocer los recursos, lograr mayor eficiencia en los usos, en todo caso, dicen obras medianas para mejorar la eficiencia en todo el proceso, desde la captación a su empleo, no las grandes infraestructuras. Agricultura mantiene sus planes permanentes para la mejora de los regadíos. Hay comisiones en el Parlamento. Pero la realidad es que todas las partes tienen pánico a llamar las cosas por su nombre donde es básico abordar la situación de las grandes infraestructuras para el agua que pasan por los trasvases, por una red para el agua de norte a sur indispensable para un futuro previsiblemente marcada por el avance de la desertización. Los desajustes en las disponibilidades de agua no son además un problema que se pueda concretar solamente a una determinada zona en el Levante. También afecta a otros territorios poniendo interrogantes sobre otras producciones importantes en la actividad agraria, con periodos donde sobra el agua, se inundan los campos y otros con los cauces secos donde hace décadas no ha entrado una máquina o el hombre para su limpieza, respetando a la vez el medio.

En el agua, aparte de sonrojarnos, con el concepto de propiedad aupado por unos y en la estrategia o el pánico de todas las Administraciones para no abordar los problemas de fondo, hay que mojarse. Eso sí, con ese sentido de la responsabilidad, de la solidaridad, del equilibrio y todas esas palabras huecas que hoy solo son la pantalla y evitando que se puedan dejar las cosas como están otras décadas.

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