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Una vendimia más

Hace ya años que las vendimias empiezan muy pronto. Lejos quedan aquellas campañas en las que las uvas tinta tempranillo, o cencibel, como le decimos en La Mancha, y blanca airén, marcaban la fecha de la recogida en la mayor extensión de viñedo del mundo. Después de un gran esfuerzo de modernización en el sector, hoy hay viñas de un gran numero de variedades, algunas de las cuales, se cosechan a mediados o incluso principios de agosto. Solo en Castilla-La Mancha, en este siglo, se han reestructurado unas 220.000 hectáreas, aproximadamente la mitad del potencial vitícola de que dispone ahora la región. Cada año se destinan en España algo mas de 60 millones de euros a financiar estas actuaciones, fundamentales para mantener nuestra competitividad y rentabilidad.

En nuestro país, cerca de 900.000 hectáreas de viñedo suponen unos 45 millones de hectolitros de vino y mosto de media, anuales; algo más de la mitad, procedente de las cepas de Castilla-La Mancha. Italia y Francia siguen promediando cifras más altas, a pesar de contar con menos superficie. Entre los tres países se juega una buena parte del mercado global de vino y mosto cada año.

De cara a esta vendimia, las previsiones de cosecha vuelven a ser, como en los dos últimos años, muy escasas, incluso llegando a cifras entre 35 y 37 millones de hectólitros de vino y mosto, unos 8 millones menos que vendimias consideradas normales. En Castilla-La Mancha, se prevé una cosecha cercana a los 19 millones de hectólitros, muy baja. Cuando las previsiones son reducidas, las expectativas legitimas de los viticultores por obtener un mejor precio por su fruto, aumentan. Y tienen razón. En el caso concreto de Castilla-la Mancha se ha cerrado la campaña, a 31 de julio, con unas existencias de vino ligeramente inferiores a las de la campaña pasada en la misma fecha, tras ocho meses consecutivos vendiendo unos 2 millones de hectólitros. Es cierto que la situación de los mercados es difícil, tras la pandemia, la guerra de Ucrania, la escasez de materias primas, el alza de los combustibles o la sequia que venimos sufriendo en las ultimas campañas. Pero cuando esto sucede, siempre Castilla-La Mancha reacciona mejor y, en este año, cuando en otros lugares han tenido que recurrir a la destilación de crisis, Francia principalmente, en esta región no ha sido necesario. Una medida así, tal y como se establece en la normativa comunitaria, habría supuesto un hundimiento de los precios que, con mucho esfuerzo, se ha evitado.

En cualquier caso, no hay que bajar la guardia. Merece la pena reforzar el compromiso respecto a algunas cuestiones clave en las que hemos avanzado mucho en los últimos años, gracias a la colaboración entre el sector y la administración.

En primer lugar, la limitación del rendimiento por hectárea. El mensaje es claro, apuesta por más calidad y con producciones que se puedan vender a buen precio para que la actividad sea rentable. La limitación del grado es otra medida fundamental que, espero, siga en vigor, pues no solo es otro buen mensaje para los mercados en lo que a calidad se refiere, sino que es un argumento más para defender el buen uso del agua en la región y el ahorro de un recurso fundamental que no se puede malgastar. Y, a la larga, sin duda contribuirá a mejorar la imagen del vino castellanomanchego.

Es también imprescindible mantener la apuesta por el vino de calidad embotellado, que genera mucho mas valor añadido, unas siete veces mas que el vino a granel sin indicación, y además permite que el origen real del producto envasado, se reconozca en los mercados de destino, con todo lo que eso conlleva. La futura Denominación de Origen del Campo de Calatrava es otra apuesta clara de cuál es el camino.

En tercer lugar, es el momento de apostar por las variedades autóctonas. Las que se mejor se adaptan al territorio y a los vaivenes climáticos cada vez más frecuentes. La inclusión de la variedad airén, en secano, sólo en secano, como variedad autorizada para la reestructuración de viñedo es una decisión fundamental.

Y finalmente, el sector tiene que seguir el camino trazado en el Plan estratégico del vino, de 2018, y en la Ley de la viña y el vino de 2022. El objetivo es una mejor vertebración y, probablemente, la mejor herramienta para ello sea una Interprofesional regional. La planificación y organización sectorial han de redundar en una mayor rentabilidad para todos los eslabones de la cadena vitivinícola.

Y me van a perdonar. No puedo finalizar esta entrada de vendimia sin mencionar a todos los viticultores de Castilla-la Mancha con los que he compartido preocupaciones, retos y objetivos en los pasados ocho años. Precisamente estos días, siempre tocaba el trabajo en Valdepeñas, cuando ya se empieza a recoger la cencibel. Y después, en el resto de denominaciones de origen y viñedos que se distribuyen a lo largo y ancho de la región. Han sido muchos años y muchas horas juntos. Siempre peleando para defender a los viticultores. Se quedan muchos momentos felices grabados en mi retina. No se me van a olvidar.

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